EL LIBRO DE LA CONSUMACIÓN
Visión panorámica
Antes de adentrarnos en los detalles del tema de esta introducción, miremos todo bajo la perspectiva de una introducción panorámica, porque hay veces en que uno se pone a mirar un motor, pero el motor está descompuesto, desarmado, todas las piezas están sueltas, amontonadas en el suelo, y en esas condiciones es difícil saber de qué se trata el motor. Es necesario, pues, que todo el motor esté armado, que cada tuerca vaya con su correspondiente tornillo, que cada plaquita esté en su lugar, que cada resortito asimismo esté en su lugar, que todas las cosas estén relacionadas una con la otra de una manera coherente.
Antes de entrar en los detalles necesitamos inicialmente tener una visión panorámica introductoria que nos ayude a ubicarnos en el asunto central. Lo mismo ocurre cuando se va a construir, por ejemplo, un edificio; primeramente se busca el lugar y los elementos apropiados, se colocan los principales fundamentos, las columnas principales, las vigas principales, las planchas principales; luego se hacen las principales divisiones, y recién después viene el decorado.
Pero uno no puede meterse en el decorado, con los pequeños detalles, sin ver primeramente el plano general, las líneas maestras y directrices, o el esquema fundamental. Así necesitamos también entender precisamente que al libro de Apocalipsis es necesario verlo primero en relación con el programa divino, en relación con toda la Biblia, y en particular con todo el Nuevo Testamento, y particularísimamente con los escritos del apóstol Juan, y ver qué es lo que Dios quiere darnos a través de este libro; primero de una manera general, y luego sí entrando en los detalles.
En primer lugar fijémonos en la ubicación providencial que el libro del Apocalipsis tiene en el canon de las Sagradas Escrituras; aparece nada menos que al final de toda la Biblia, y el mismo título del libro, Apocalipsis, que es una palabra griega que significa revelación o develación, nos muestra como si fuera y es la culminación de todo un programa, de todo un proceso. Debemos entender que esa es la razón de la ubicación del libro providencialmente al final del canon, no sólo de los escritos de Juan y del Nuevo Testamento, sino de toda la Biblia.
Apocalipsis significa quitar el velo. Es como un artista que estuvo haciendo durante mucho tiempo una obra maestra y minuciosa; pero mientras se hacía, esa obra estaba oculta al público en general. Al pasar cerca a la casa del artista, podría ser un escultor o un pintor, el público a lo mejor escucharía algunos ruidos, algunos martillazos, pero no comprendería aquello, tanto para la escultura como para la pintura; a lo mejor saldría un poco de polvo por la ventana, y el público sin saber lo que estaba haciendo el artista. Pero cuando se llega el día de la inauguración, como cuando se va a quitar un velo para mostrar el busto de algún personaje importante, pues se llega a ese día final y se corre el velo y se muestra al público la obra maestra. El Apocalipsis cumple ese mismo papel.
El libro de Génesis es el libro de los orígenes; es el libro donde se siembran las primeras semillas del programa de Dios, donde se establecen las primeras pistas del propósito eterno de Dios, y donde se muestran también las primeras líneas de conducta, tanto de la descendencia de la Simiente de la Mujer, como de la descendencia de la simiente de la serpiente. En el libro de Génesis se siembran esas semillas. La primera profecía donde se nos resume lo que sería la historia está primeramente en Génesis. Pero después de haberse desarrollado a lo largo de toda la Biblia y de toda la historia, se consuma en el Apocalipsis.
El combate histórico entre las dos simientes
Dice la Palabra de Dios en Génesis 3:15:
"Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar".
Dios habla aquí anticipándose al programa de la historia, y le habla a la serpiente, aquella serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y vemos que el Señor está identificando a un personaje y a una línea de conducta que sigue a ese personaje. Como el Señor Jesús dijo después: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer" (Juan 8:44a), el Señor ya identificó a un personaje rebelde y profetizó una descendencia espiritual de ese mismo personaje, y a la vez una conducta y también un final. Dios puso enemistad entre la simiente de la serpiente y la Simiente de la Mujer. Claro que la mujer por sí sola no puede tener simiente, a menos que sea la virgen María que dio a luz sin intervención del hombre; por lo tanto realmente el Señor Jesucristo es la Simiente de la Mujer porque nació de la mujer sin intervención del varón.
De ahí que esto se trate de una lucha entre el Señor y el diablo, en la cual el Señor hiere en la cabeza a Satanás; ahí está anunciado el final; y el diablo hiere al Señor en el calcañar. El Señor le aplastará la cabeza al diablo, y al aplastársela, Él será herido, pero de todas maneras se la aplastará. La primera profecía, que podríamos llamar el proto-evangelio, nos muestra un combate entre Dios y el diablo; entre la descendencia del uno y la del otro, y un final victorioso para el Señor, revelado a través de la Simiente de la Mujer. Para obtener esa victoria tuvo que haber una herida, un sufrimiento en esa Simiente de la Mujer. Génesis aquí presenta de una manera resumida el programa de Dios a lo largo de toda la historia, y la historia misma tiene su final.
Esta misma mujer y esta misma serpiente aparecen también en Apocalipsis; solamente que en Apocalipsis ya no se nos revela algo tan simple, sino un poco más complejo. Para ilustrar mejor leamos, por ejemplo, en Apocalipsis 12:1-4:
"1Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 2Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. 3También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; 4y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese".
Aquella mujer que era muy simple cuando se le mencionó en Génesis, ya ha tenido un desarrollo en el Apocalipsis. También vemos aquí la Simiente de la Mujer. La primera señal que aparece es que la mujer da a luz un hijo varón; la segunda señal es la aparición en el cielo de un dragón escarlata, que es la misma serpiente, como lo explica el versículo 9, cuando dice:
"Y fue lanzado fuera el dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él".
Ahí se nos explica que este dragón es la misma serpiente, solamente que al principio aparece de una manera muy simple; es decir, simplemente la mujer, la Simiente de la Mujer, la serpiente y la simiente de la serpiente. Pero al transcurrir el tiempo de la historia, vemos a la mujer ya vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, con doce estrellas. Asimismo vemos la serpiente muy desarrollada, convertida en un dragón con siete cabezas y diez cuernos. Otros acontecimientos finales los vemos en los versos 15-17, que dicen:
"15Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. 16Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. 17Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo".
Aquello que comenzó en el libro de Génesis de una manera simple, profética, ha tenido un desarrollo a lo largo de toda la historia, y precisamente aparece un final en el libro de Apocalipsis. Hasta ahora sólo hemos venido haciendo un esbozo de este histórico drama, pues solamente hemos visto la primera mira, y la final; como cuando se va a disparar a un blanco, hay que tener en cuenta la primera y la última mira. Si sólo miramos con la primera mira, o sólo con la segunda, no damos en el blanco; por eso debemos mirar Génesis con Apocalipsis, para descubrir cuál es la línea recta para dar en el blanco.
Cuando miramos el libro de Apocalipsis vemos que esas cabezas del dragón después aparecen identificadas con las cabezas de la bestia; así como el dragón tiene siete cabezas, también la bestia tiene siete cabezas; entonces nos damos cuenta de que las cabezas de la bestia son las mismas cabezas del dragón. Solamente que el dragón representa la parte espiritual del reino de las tinieblas, y en cambio, la bestia representa la parte política y terrenal de ese reino; y existe, además, una sincronía entre ese mundo espiritual y ese mundo natural. Por ejemplo, en el capítulo 10 del libro del profeta Daniel, aparece una lucha en los aires y se dice que aquel ángel que estuvo luchando para poder venir a darle a Daniel la revelación de Dios, tuvo que ser ayudado por el arcángel Miguel, quien luchó contra el príncipe de Persia; pero la Palabra narra que después de que el príncipe de Persia cayera, vendría el príncipe de Grecia; y eso significa que en los aires existió un principado que se llamó príncipe de Persia. Mientras ese principado demoníaco estaba reinando, en la tierra gobernaba el imperio persa. Cuando el príncipe espiritual de las tinieblas de Persia cayó, el imperio persa también cayó. Y ¿ante quién cayó el imperio persa? precisamente ante el imperio griego, que era liderado por el príncipe de las tinieblas llamado el príncipe de Grecia. Vemos, pues, que la Palabra de Dios nos revela que existe una sincronía entre el mundo espiritual y el mundo natural, entre el dragón y la bestia, las cabezas del dragón o sus príncipes y las cabezas de la bestia y los grandes líderes, o grandes imperios que están representados por esas cabezas.
Está profetizado desde Génesis lo que entre la Simiente de la Mujer y la simiente de la serpiente se ha desarrollado en toda la historia universal; y la Palabra de Dios nos revela el trasfondo de la historia universal. ¿Qué es lo que está detrás de todos los acontecimientos? ¿Cuál es el significado último detrás de todo lo que ha acontecido en la historia? Un combate entre la simiente de la serpiente y la Simiente de la Mujer. La línea de Dios contra la línea de Satanás; al fin de cuentas eso es lo que está detrás. Pero la Biblia nos enseña que tanto Dios como el diablo tienen un objetivo, tienen un propósito.
La gran mentira del diablo
La Biblia nos habla del propósito de Dios y también nos habla de las intenciones o deseos del llamado padre el diablo; no es llamado así por nosotros, obviamente. Como citamos arriba, el Señor le dijo a ciertos personajes: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer"; ahí vemos que Jesús habló de los deseos del diablo, de los objetivos que él tiene; hay algo que él quiso. En los capítulos 14 de Isaías y 28 de Ezequiel, la Palabra de Dios nos aclara que el diablo tuvo unos objetivos; pero esos objetivos no son de Dios ni son eternos. Antes de que el diablo tuviera esos objetivos, y antes de que el diablo existiera, y antes de que existiera cosa alguna, Dios existía desde la eternidad y Dios tenía Sus propios objetivos, Sus propios propósitos, aun sabiendo que una de las criaturas angélicas, un querubín protector que Él crearía como el sello de la hermosura, se rebelaría contra Dios y tendría también sus propósitos, que están revelados claramente en Isaías 14 y Ezequiel 28. Esos propósitos satánicos consisten en que el diablo quiere ocupar el lugar de Dios. El diablo decía:
"13Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo" (Isaías 14:13-14).
Esos han sido los deseos del diablo desde el comienzo de la rebelión en el cielo; es decir, que el diablo tiene un objetivo. El quiere sustituir, reemplazar a Dios; él quiere que la criatura ocupe el lugar de Dios.
Ese principio está detrás de muchas filosofías, de muchas mitologías, de muchas religiones y de muchas rebeliones; pero ese mismo principio, "seréis semejantes a Dios", es el mismo con que el diablo ha tentado al hombre desde el principio: Vosotros seréis como dioses, conociendo el bien y el mal; y eso es precisamente lo que está detrás de la filosofía evolucionista, del hombre autodesarrollándose por sí mismo hasta llegar a ser la expresión final de la divinidad.
Pero la divinidad ya no se le llama a Dios, sino a la naturaleza, como en el panteísmo; filosofía que dice que la naturaleza tiene unas fuerzas intrínsecas evolutivas que van desarrollándose, y que esa divinidad va apareciendo en el hombre, y que el hombre es el estado más evolucionado del hilo primordial de la sustancia divina, que es el todo de la naturaleza, según ellos; y eso está detrás de las religiones, detrás de las mitologías y de las filosofías seculares. Esa es la filosofía de Hegel, de Teilhard de Chardin; esa es la pseudofilosofía del evolucionismo; asimismo esa es la filosofía del esoterismo, del gnosticismo, del cabalismo, del hermetismo, de la masonería, de la nueva era.
Todo ese principio es el mismo de la serpiente: Seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal; es decir, vosotros ocuparéis el lugar central. Esa fue la sensación que el diablo difundió, que no nació de nadie sino de sí mismo, y quiso ocupar el lugar central. En Romanos 1:21-23, Pablo lo expresa hermosa y magistralmente así:
"21Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles".
Los hombres adoraron a la naturaleza, incluido el hombre mismo, en lugar de a Dios. Es el mismo problema del diablo; él dijo: seré semejante al Altísimo. Esos son los deseos del diablo. Pero así como el diablo tiene sus propios deseos, antes de que el mismo diablo existiera y tuviera la oportunidad de rebelarse, Dios ya tenía un propósito eterno. En la Palabra de Dios son muchos los pasajes que nos hablan del propósito eterno de Dios, y que cuando Dios creó las cosas, las creó en función de Su propósito eterno.
Cuando Dios dio permiso para que existiera la rebelión, lo hizo en función de Su propósito eterno; y la providencia de Dios, que profetizó lo que sería la historia, ha estado detrás de todos los acontecimientos, llevando adelante todo el propósito de Dios, aun con la existencia de un mundo rebelde que tiene otro propósito. Y Dios permitió esa rebelión porque El quería hacer notorio lo que El reprueba, y también Su poder y Su ira contra la rebelión; y también Su gracia y Su misericordia para con aquellos de quienes se compadezca y salve e introduzca en Su Reino, en Su economía final.
Un substrato del propósito de Dios
Démosnos cuenta de que el libro de Apocalipsis está situado en un lugar donde confluye la consumación de esas dos líneas. No es cualquier libro; eso supone un libro tremendo; un libro donde todo lo que se sembró en Génesis y se desarrolló a lo largo de la historia, en la Biblia, y también después de que la Biblia cerró su canon, todo eso que estaba ya profetizado, se consuma en el libro de Apocalipsis. Ese libro contiene el destino final de aquella simiente de rebelión, y contiene también la consumación del plan eterno de Dios. En la epístola a los Efesios 1:8-12, la Palabra es tan clara, que nos ayuda a analizar las cosas, para saber qué es lo que deberíamos encontrar en Apocalipsis, porque a veces, cuando vamos a este libro, nos fijamos en las tuerquitas, en los tornillitos, en los resortitos, en el motor desbaratado, pero necesitamos ver todo eso armado y consumado. Leamos el pasaje:
"(Su gracia) 8que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, 10de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. 11En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo".
Esta gracia sobreabundante ya no se refiere solamente a la redención, al perdón de los pecados, que ya de por sí es una gracia muy abundante. "Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia"; pero tanto sobreabundó, que la gracia no se limitó solamente a la redención, porque la redención es para recuperar al hombre caído, a fin de poder Dios continuar con Su propósito eterno. El propósito final de Dios no es la salvación, pues la salvación es el medio que Dios utiliza para recuperar al hombre, para alcanzar su propósito final. El propósito final de Dios va más allá de la redención y la salvación, y por eso dice aquí que a la gracia la hizo sobreabundar más allá de la redención, en toda sabiduría e inteligencia espiritual, o sea, sabiduría e inteligencia que provienen de la gracia y en relación con el propósito eterno de Dios; y eso se extiende dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, porque Dios tiene una voluntad. Todavía muchos dicen: ¿Cómo es que vinimos acá? ¿para qué vivimos? ¿será que el mundo por acá tiene algún sentido? Eso es lo que algunos están concluyendo. Sin embargo, a la Iglesia, no a la universidad, no a la ciencia secular, a la Iglesia, no por medio de sus propios esfuerzos, sino por la revelación divina, a la Iglesia le es dado a conocer el misterio de la voluntad divina; cuál es el objetivo que Dios se propuso en Sí mismo; para qué creó; para qué permitió la rebelión; para qué salvó, y dónde terminará todo el desarrollo de la historia. Esto se lo revela Dios a la Iglesia. Lo que a Dios le plació desde la eternidad, se lo propuso como un objetivo, y no habrá diablo que pueda estorbar a Dios en Su propósito eterno, Sus objetivos. En el verso diez dice que se propuso en Sí mismo reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, dándonos en forma resumida el substrato del Apocalipsis, porque Apocalipsis es la consumación del plan de Dios, y aquí en Efesios se nos está diciendo cuál es ese plan.
Es decir, que a través de la llave de este versículo, vemos el substrato fundamental o esquemático de Apocalipsis. Reunir significa tomar lo que estaba disperso, lo que sin estar en este lugar, a los pies de Cristo y en función de Cristo, no tendría razón de ser. Téngase en cuenta que el diablo también quiere reunir. Si entendemos esta primera consideración panorámica, después vamos a entender otras muchas cosas con relación a la religión, a la política, a la economía; pero aquí se habla de reunir todas las cosas en Cristo, en cambio el diablo quiere reunir todas las cosas pero no en Cristo, sino alrededor de sí mismo. El diablo en sus deseos quiere sentarse en el monte del testimonio, poner su trono sobre las estrellas del norte y hacerse semejante a Dios, y para eso necesita también reunir, pero reunir alrededor de sí mismo; en cambio el Señor quiere reunir alrededor de Cristo. A quien ama el Padre por sobre todas las cosas es al Hijo, porque antes de que existiera la creación, sólo existía la Trinidad, y el Padre amaba al Hijo, y el Padre quiere la preeminencia del Hijo sobre todas las cosas. La creación fue hecha para el Hijo; la redención es para darle al Hijo un Reino; el Hijo está en el centro del corazón del Padre, pero el diablo quiere ocupar ese centro.
Si entendemos esto, se nos va a afinar el discernimiento acerca de los acontecimientos actuales; porque sabemos que existen dos fuerzas en combate, en el cual prevalecerá la del Señor, aunque sea muy aparente la del diablo. Es más aparente un dragón con siete cabezas que una mujer con un niño, pero sin embargo es el niño de esa mujer, la Simiente de la mujer, quien prevalecerá contra el dragón, sus cabezas y sus cuernos.
Cuando en Efesios se nos dice "de reunir... en la dispensación del cumplimiento...", en el griego dice: "en la economía de la plenitud de los tiempos". Esta palabra economía, que en este pasaje se traduce dispensación, en otros pasajes se traduce administración, en otros se traduce mayordomía, comisión, edificación. La palabra economía viene de unas palabras griegas, oikos (οίχος), de donde viene la palabra española hogar, que quiere decir casa, y nomos (νόμος), de donde viene la palabra española norma, que significa ley; de donde oikonomía significa la ley de la casa, la norma del hogar; es decir, la administración del Reino. Entonces dice que Dios quiere reunir todas las cosas en Cristo en la economía de la plenitud del cumplimiento del tiempo.
Cuando habla de los tiempos, en plural, significa que la historia ha recorrido varias etapas; pero al contrario de lo que piensan los griegos, que el tiempo es una cuestión cíclica que se repite ciegamente, o de lo que piensan algunos que creen en el azar, que no hay ningún sentido en la historia, sino que las cosas surgen en la historia de una manera desbocada, que no tienen ningún sentido, la Palabra de Dios revela que la sucesión de los tiempos, de las etapas, de los períodos de la historia, tiene un sentido, que detrás de la historia hay una mano providente y gobernante, que es la de Dios, y que Dios está dirigiendo el sentido de cada período de la historia; que cuando un período de la historia se ha dado, ha conseguido una primera plataforma, una primera escala o eslabón de un programa definido que Dios tiene, de reunir en Cristo todas las cosas. Dios gobierna la historia en función de Cristo. Cuando después o través de cierto tiempo Dios establece una base, entonces se entra en un segundo período, después en un tercero, luego en un cuarto, y esas sucesiones de períodos vienen hacia el cumplimiento y finalización o consumación de la economía divina, en la cual el Hijo de Dios tiene la preeminencia, pues todas las cosas están ordenadas alrededor de Su Hijo, teniendo en cuenta que Su Hijo le da sentido a la realización de todas las cosas. El Hijo está en el centro del corazón del Padre, y el Padre le entregó la creación, y por ende la historia. La historia discurre en función del Hijo, porque la creación es en función del Hijo; el Hijo es quien ocupa el lugar central. Por eso cuando entramos a Apocalipsis, encontramos el trono de Dios. La parte sobresaliente de Apocalipsis no son los cuernos de la bestia sino el trono de Dios, el cual es la parte central; la Jerusalén de Dios. Dios en Su cúpula, en Su Lugar Altísimo, y el Cordero es Su lumbrera, y la gloria de Dios a través del Cordero y de Su Esposa, siendo la capital del universo.
Todas las cosas reunidas alrededor de Cristo, expresando la excelencia de Cristo. Dios el Padre ama tanto al Hijo, que quiso darle a El todas las cosas para que disponga de ellas y las administre, y sea el mayordomo de la plenitud. Por eso se le llama economía del cumplimiento de los tiempos, o dispensación del cumplimiento, o plenitud de los eones, de las eras, de los tiempos.
La Iglesia en el propósito de Dios
Un hecho importantísimo es que en este propósito eterno de Dios en el que el lugar central lo ocupa el Hijo de Dios, el Cristo, el Señor Jesús, la Iglesia juntamente con Cristo ocupa también un lugar central, como esposa de El que es, como coherederos que somos los hijos de Dios con Él; por eso en el verso 11 de Efesios 1 dice que en Él, o sea en este Cristo alrededor del cual Dios quiere reunirlo todo, en Él asimismo, así como Dios quiere reunirlo todo alrededor de Cristo, Dios quiso que este Cristo fuese un Cristo corporativo, un Cristo que se incorpora en Su Cuerpo que es la Iglesia, y que hace a los miembros de Su Cuerpo, herederos con Él de todas las cosas, que es una verdad que queremos resaltar por su importancia. De manera que la Iglesia ocupa con Él un lugar central en el plan eterno de Dios.
Esa es la razón por la cual el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, termina con la Nueva Jerusalén, con la esposa del Cordero, que asimismo se identifica con la Iglesia. Así como la Jerusalén terrenal tenía en las afueras un basurero donde iban a para todas las cosas inservibles, para quemarlas con fuego, ubicado en el Valle de Hinom, de donde viene la palabra Gehena, de la misma manera la Jerusalén de Dios tiene en las tinieblas de afuera su basurero, el lago de fuego que arde con fuego y azufre, donde estará Satanás y sus ángeles, y los perdidos que le siguieron; es decir, todo lo que era inservible a la causa y propósito de Dios va a parar al basurero que estará en las afueras. Por eso es que el Apocalipsis termina con un juicio de esa línea maligna en el lago de fuego, pero con la consumación del objetivo de Dios en la Nueva Jerusalén.
"En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas...". Dios tiene un propósito, y Él escogió personas y las predestinó para que alcancen ese propósito, y precisamente para eso hizo la redención, para recuperar esas personas de su caída y poder alcanzar lo que Él se propuso en Él, en Cristo, en ese Cristo central, en el Cristo preeminente alrededor del cual Dios el Padre reúne todo. Asimismo como Cristo, la Cabeza, también el Cuerpo tiene herencia; fuimos hechos coherederos conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de Su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de Su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En estos versos de Efesios que hemos venido desglosando está el substrato básico, la esencia de Apocalipsis, porque esta es la revelación de lo que es el objetivo de Dios, y Apocalipsis es la expresión, la revelación ya más detallada de esa culminación del programa de Dios. Si entendemos esta visión panorámica, vamos a entender después mucho mejor los detalles.
Visión panorámica de la economía divina. Asimismo es importante detenernos un poco en esta visión panorámica en lo relacionado con la teología y la economía divina. La teología que se ocupa del estudio y profundización de la Palabra de Dios en general, tiene también un orden formal, sistemático, que es la Teología Sistemática, la cual no se atraganta con un montón de temas inconexos. Por eso se le llama sistemática; en cambio la exégesis hace el examen de cada texto para sacar su sentido. La Teología Dogmática es la que relaciona las verdades traídas por la exégesis. La dogmática no estudia por textos, por autores, por pasajes en orden, por libros, por versos, por raíces, sino que su estudio lo hace por temas.
La Teología Exegética estudia por autores, como la colección de las epístolas paulinas, e incluso haciendo las subdivisiones como las epístolas primeras, las epístolas de la prisión, las epístolas pastorales; el paso siguiente sería empezar con Romanos, sus principales secciones, luego todo el primer capítulo, pasaje por pasaje, verso por verso, frase por frase, y si es necesario, palabra por palabra, y aun raíz por raíz de esa palabra; todo eso lo hace la exégesis. La exégesis se encarga del estudio del libro, lo ubica, y puede comenzar por estudiar la raíz de la palabra, el sentido del versículo, el contexto del capítulo, el lugar que ocupa en toda la epístola, y lo que Dios nos quiere decir a través de Pablo en esa epístola, incluso del aporte paulino en todas sus epístolas. Ya tenemos la teología paulina.
Después se hace lo mismo con Pedro, obteniendo la teología petrina; después hacemos lo mismo con Juan, y tenemos la teología juanina.
Luego tomamos toda la teología de los autores del Nuevo Testamento y tenemos la teología neotestamentaria. De esa manera hacemos lo mismo con la teología del Antiguo Testamento, y tenemos la Teología Bíblica que surge de la exégesis.
La Teología Dogmática es la antesala de la Sistemática; como hemos dicho, la dogmática no estudia por libros, por autores, por pasajes, sino por temas. A la dogmática lo que le interesa es Dios, el plan de Dios, la creación de Dios, los ángeles, el diablo, los demonios, el hombre, la caída, el pecado, la salvación, Cristo, el Espíritu Santo, la Iglesia, las últimas cosas; o sea que estudia los grandes temas y las verdades reveladas y proclamadas. A eso es a lo que en la Biblia, en su versión original se le llama dogmática. Cuando leemos la Biblia en español, allí no encontramos la palabra dogma, pero en el original griego sí está. Cuando se reunió el Concilio de Jerusalén, y llegaron a una conclusión y la escribieron, después que llegaron a las iglesias, dice aquí en la traducción Reina Valera de 1960, que enviaron la carta con las ordenanzas de los apóstoles. Pero en el original griego, la palabra que aquí se traduce ordenanza, como en otras partes que se traduce edicto, decreto, acuerdo, orden, es la palabra griega dogma (ϐογμα) apostólico, surgido del concilio apostólico de la Iglesia en Jerusalén; o sea, el primer concilio. De esa palabra bíblica, dogma, surge lo que es la dogmática. La Teología Dogmática es el estudio de los grandes temas; ya no es el estudio de los grandes textos, pues de eso se encarga la exégesis para que surja la Teología Bíblica. Cuando estos temas se ponen en orden en una secuencia lógica y coherente, entonces se arma un sistema completo. La Iglesia no solamente tiene que tener mensajes sueltos de una cantidad de cosas, como si nos estuviéramos comiendo un sancocho, sino que la Iglesia tiene que ordenar esos temas en una gran cosmovisión que demuestre cuál es el consejo de Dios. Por esa razón Pablo hablaba de que no había rehuido anunciar a la Iglesia todo el consejo de Dios.
El consejo de Dios es la cosmovisión coherente, lo que el salmista en el Salmo 119:160 dice: "La suma de tu palabra es verdad"; y de ese versículo es de donde surgieron los nombres de los grandes sistemas teológicos, y que por eso en la Edad Media se les llamaba “la Suma Teológica”, que se deriva de la palabra latina summa, que significa totalidad, como las que escribieron Tomás de Aquino y Alberto Magno.
La de Tomás de Aquino es una obra monumental donde no está tratando un tema u otro, sino que se mete con los grandes temas y los ordena en un sistema. Por eso se dice que Tomás de Aquino fue un teólogo que en el siglo XIII sistematizó todo el dogma católico de su tiempo. Al unir esos grandes temas en un sistema, surge la Teología Sistemática. Así como de la exégesis surge la Teología Bíblica, de la dogmática, la cual se encarga de realizar los estudios por temas, al relacionarlos en sistema, surge la Teología Sistemática.
La Teología Sistemática es la presentación ordenada y coherente del cuerpo de la verdad o de la suma de la Palabra.. Dentro de la Teología Sistemática, y precisamente en honor de su nombre, existe una secuencia de varios temas, y el último justamente tiene que ver con Apocalipsis, dentro del contexto de la Escatología. Lo primero que Dios ha revelado en la Biblia es acerca de Sí mismo; por lo tanto el primer gran tema de la Teología Sistemática es Dios mismo. La teología propiamente dicha, lo que se llama Teología Propia, es la materia que se ocupa del ser de Dios, de los atributos de Dios, de los nombres de Dios, de Su eternidad, de Su espiritualidad, de Su personalidad, de Su infinitud, de Su amor, de Su unidad en Trinidad, etcétera. Solamente es Dios el contenido de esta gran materia, o sección, o asignatura de la Teología Sistemática, que es la teología
propiamente dicha, o Teología Propia.
Pero Dios no solamente ha revelado algo acerca de Sí mismo, sino que ha revelado algo acerca de Sus planes, porque una cosa es lo que El es en Sí mismo y para Sí mismo, y otra es lo que El planea para con Su creación. Antes de llegar a la creación misma había unos planes, y Dios ha revelado en las Sagradas Escrituras el contenido de Sus planes: Cuál es Su beneplácito, cuál es Su voluntad, cuál es Su propósito, cuál es el plano, el programa para llevar adelante ese propósito en el futuro; la presciencia de Dios o el conocimiento anticipado de todas las cosas que Dios tiene para escoger según esa presciencia, y para predestinar a esos escogidos, y para bendecir con Su gracia con un decreto antes de la fundación del mundo, de manera que Sus escogidos, predestinados, alcancen el propósito; y ha ordenado las cosas, y tiene lo que la Biblia llama un consejo determinado, una mano providente que dirige todas las cosas a ese propósito. Todos esos capítulos forman parte de una especie de segunda gran materia de la Teología Sistemática, que es la Divina Teleología; es decir, tratado acerca del telos, o la voluntad (θἑλημα), el propósito; esa palabra, telos, no significa fin en el sentido de terminación, sino de objetivo, meta, propósito. Después de la teología propiamente dicha, viene la Divina Teleología.
Luego de Dios haber hablado de Sí mismo y de Sus planes, también ha hablado acerca de la creación. Dios se ha revelado allí. ¿Qué es la creación? ¿Cómo se originó? ¿Cómo está? ¿Qué le ha pasado? ¿Qué sentido tiene? ¿Cómo hay una creación invisible? ¿Cómo hay una providencia de Dios que sostiene esa creación? ¿Cómo hay una concurrencia de Dios como causa primaria, con las causas secundarias de lo que se produce en la naturaleza? O sea que Dios ha revelado algo acerca de la creación, y eso constituye la materia llamadaCosmología Bíblica.
Pero después de Dios revelar acerca de Sí mismo, de Sus propósitos, de Su creación, y empieza a desglosar un poco más sobre la creación, entra en el mundo invisible, en las principales criaturas de ese mundo, en los ángeles, y entonces surge esa gran materia que se llama la Angelología. Entre esos ángeles hubo un querubín, Lucero, que se rebeló, y surge la Satanología; pero como no se rebeló él solo sino que se llevó la tercera parte de los ángeles, entonces surge la Demonología, siendo esas dos materias derivaciones de la Angelología. De todo esto ha hablado Dios en la Biblia.
Pero vienen las criaturas del mundo visible, de las cuales la principal es el hombre. Dios ha hablado en la Biblia acerca del hombre; de la misión del hombre conforme al propósito de Dios; del diseño del hombre conforme a la misión que Dios le ha encomendado; de la constitución del hombre, de su espíritu, de su alma y de su cuerpo; de cómo cayó el hombre, y cómo afectó la caída el ser del hombre, tanto en lo individual como en lo familiar y en lo cultural, y cómo ha sido restaurado. Todo ese tema y lo que se relaciona con él, es el contenido de esa gran materia que se llama Antropología Bíblica. Así como existe una antropología secular, que trata de interpretar al hombre en su origen y su sentido desde el punto de vista humano, existe una antropología revelada, la bíblica, que nos enseña lo que Dios dice acerca del hombre, de su origen, de su misión, de su estado, de sus fines, etcétera.
Vemos que, al igual que aquel querubín, el hombre también cayó, y surge otro gran tema de los que Dios habló muy claro en Su Palabra. Dios ha revelado con mucha claridad en la Biblia acerca del pecado, acerca del mal, todo lo relativo al por qué Dios permitió el pecado; qué efectos ha tenido el pecado, cómo tiene que ser tratado el pecado, etcétera. Todo esto pertenece a una materia de la Teología Sistemática llamada Hamartiología, porque la palabra pecado en el griego se dice hamartía (ἁμαρτία); es por eso que el tratado acerca de la hamartía o el pecado, la doctrina del mal, es la Hamartiología.
Ahora, ¿cómo trata Dios con esa condición caída? Entonces viene la Cristología, que, como su nombre lo indica, nos habla de Cristo.
¿Quién era Cristo antes de la fundación del mundo? ¿Qué parte tuvo Cristo no sólo con el Padre en la eternidad, sino también en el propósito de Dios, en la creación de Dios, en la redención de parte de Dios, en el juicio y en el Reino de parte de Dios? Y nos habla también sobre todo de lo relativo a la persona de Cristo antes de la encarnación, su kenosis (χενοσις), o despojamiento, Su concepción en el vientre de la virgen María, Su gestación y nacimiento, Su crecimiento en estatura y en gracia y sabiduría, las pruebas que tuvo, Su muerte, Su resurrección, Su ascensión, Su ministerio celestial, Su segunda venida; todo lo referente a Cristo es lo que trata la Cristología. Asimismo, todo lo referente al Espíritu Santo lo registra la Pneumatología, del griego pneuma (πνεμα), viento, espíritu.
La Cristología y la Pneumatología son las bases de la Soteriología, que es la materia que se ocupa de la salvación, porque Cristo y el Espíritu Santo vinieron para sanar y salvar. Todo lo que la Biblia habla de la salvación, todo ese gran contenido de revelación bíblica, se llama Soteriología, que viene de la palabra griega sotería (σωτηρία), que significa salvación. De modo que ya tenemos a Cristo, al Espíritu Santo y la salvación, y surge la Iglesia, que es tan importante para Dios, porque la Iglesia es la esposa de Su Hijo, todos los salvados. El Señor dice frases profundísimas con palabras sencillísimas, y en una parábola muy sencilla, solamente al inicio de esa parábola dice: "El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo..." (Mateo 22:2). En una frase muy sencilla narra de un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo. Aleluya. ¡Qué profundidad en esa frasecita! El rey está revelando al Soberano Dios que promueve estas bodas, y está revelando el propósito eterno de Dios; hacerle bodas a Su Hijo.
Está mostrando la centralidad de Cristo y está revelando el sentido de la Iglesia, que es la esposa de ese Hijo para esas bodas; una frase tan sencilla y a la vez tan profunda; entonces surge esa gran materia acerca de la esposa de ese Hijo, el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, que es la Eclesiología; porque la Iglesia es el vehículo de vanguardia que usa la Cabeza del universo que es Cristo, el cual no sólo es Cabeza de la Iglesia. El es Cabeza sobre todas las cosas, dado a la Iglesia, y es Cabeza de todo principado y potestad, y Cabeza de toda la creación. Asimismo es Cabeza de todo varón, soberano de todos los reyes de la tierra. Y como Cabeza, El tiene un Cuerpo; a El le fue dado una esposa, y todo lo que la Biblia habla acerca de la Iglesia, el lugar de la Iglesia en el propósito eterno de Dios, el origen de la Iglesia, la naturaleza de la Iglesia, las profecías y la tipología acerca de la Iglesia, la administración de la Iglesia, el gobierno de la Iglesia, el funcionamiento de la Iglesia, el ministerio de los miembros del Cuerpo de Cristo, que es mucho lo que la Palabra de Dios habla sobre este tema, todo eso lo trata esa gran materia que se llama Eclesiología.
La última de las grandes materias de la Teología Sistemática y que precisamente encuentra su sentido en el Apocalipsis, es la Escatología; es la materia que se ocupa de las últimas cosas, de la consumación, porque el Dios eterno que tenía un propósito y que providentemente se ha movido detrás de la historia y ha hecho una gran obra de salvación a través de Su Hijo y por Su Espíritu, lo ha hecho con un sentido final y ese sentido final es para cada criatura y para todas las criaturas en una sola historia. Entonces aquella materia que se ocupa de las últimas cosas en relación a cada criatura, sobre todo las criaturas humanas, lo relativo a su propio fin, su muerte, ultratumba, el cielo o el infierno, y también el fin de la historia y las etapas para ese fin, las profecías acerca de Dios, de Cristo, de la Iglesia, de Israel, de las naciones, de la creación, de la gran tribulación, del arrebatamiento, del milenio, de la Nueva Jerusalén, todo eso es el contenido de una final materia de la Teología Sistemática, que es la Escatología. De manera que la Escatología se va a colocar al fin del estudio sistemático de la teología; y el Apocalipsis, que es el libro de la Biblia que corona todo el texto sagrado y todo el programa de Dios, es también el libro que le suministra el material fundamental a la Escatología.
El Apocalipsis es un libro muy importante; no es un libro suelto, ni profecía suelta, sino que es nada menos que la coronación de toda la Palabra de Dios, tal como ha sido revelada en las Escrituras, y tal como ha sido entendida y revelada por la teología. El Apocalipsis es también la culminación y coronación de la misma teología; o sea que no es cualquier libro; es un libro precioso, profundo. El Apocalipsis mismo atribuye su autoría al apóstol Juan, corroborado por los escritos de la Iglesia primitiva en su corriente tradicional. El apóstol Juan es el último de los doce apóstoles del Cordero que quedó. El Señor Jesús le había dicho a Pedro: "Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras" (Juan 21:18).
Ahí le estaba revelando el Señor con qué muerte habría de morir; y la historia dice que Pedro fue llevado cautivo y crucificado y dijo que no era digno de morir como nuestro Señor, que lo pusieran boca abajo, y así fue como murió el apóstol Pedro, boca abajo o con las piernas para arriba. Existen libros apócrifos y existe un Apocalipsis de Pedro que es considerado apócrifo, que trata de unas supuestas experiencias de ultratumba y visiones acerca del cielo y del infierno. Cuando el Señor Jesús le estaba diciendo las anteriores palabras a Pedro, el apóstol vio que detrás venía Juan y le preguntó al Señor: "Señor, ¿y qué de éste?", refiriéndose a Juan. Dicen los versículos 22 y 23 que: "22Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú. 23Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?".
A ese discípulo, Juan, el Señor se le apareció para revelarle todos los acontecimientos del libro de la consumación de las cosas.
De manera que los escritos de Juan son los que completan toda la Biblia; su evangelio completa a los sinópticos, sus epístolas fueron las últimas en ser escritas, y el Apocalipsis cierra toda la revelación bíblica. ☐
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