L A ANGUSTIA DEL
ALUMBRAMIENTO
ALUMBRAMIENTO
“1Apareció en el cielo una gran señal, una mujer, vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 2Y estando en cinta, clamaba con dolores de parto en la angustia del alumbramiento”. Apo. 12:1.
Oración:
Querido Padre: En el nombre del Señor Jesús, gracias por concedernos esta nueva oportunidad de considerar alguna porción de Tu Palabra. Rogamos que tu Santo Espíritu sea dándonos la luz y la vida de Tu Palabra, sea Él afirmándonos, sea Él estableciéndonos, sea Él encaminándonos, en Tu nombre. Encomendamos a Ti nuestra fragilidad humana, Te damos gracias porque podemos dejarla en Tus manos. Háblanos Señor, que podamos todos desde el corazón mirarte a Ti y ser ayudados por Ti, él que habla también, en nombre del Señor Jesús. Amén.
Una Mujer Vestida de Sol
Cuando el año pasado pudimos estar con el hermano Celso Machado (del Brasil) y Alejandro Pacheco en el Valle, mencionamos algunas cosas que también en Bogotá hemos mencionado, y quisiera volver a ellas avanzando un poquitito con la ayuda del Señor. Entonces, para tomar un verso a manera de epígrafe, un verso que nos permita abarcar una panorámica un poco más general, quisiera que leamos un pasaje corto inicialmente en Apocalipsis 12, en los primeros dos versos. No es la intención hacer una exégesis de este pasaje, sino solamente valerme de una de las frases de él: “1Apareció en el cielo una gran señal...”, a la otra se le llama simplemente “otra señal”, pero a esta se la llama “gran señal”. “Apareció en el cielo una gran señal, una mujer, vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 2Y estando en cinta, clamaba con dolores de parto en la angustia del alumbramiento”. No es, como les dije, la intención de entrar en todos los detalles, solamente algo mínimo. Quisiera mencionar aquí que esta mujer que aparece con su niño frente a ese dragón con sus cabezas y cola, que aparece un poco más adelante, nos presenta algo que ya había tenido sus inicios en el libro de Génesis, donde Dios le habla a la mujer y le habla a la serpiente y habla también de la descendencia o simiente de la mujer, que aplastaría la cabeza del dragón, de la serpiente; y habla también de la descendencia de la serpiente; y eso que tuvo su comienzo en el Génesis y ha tenido su desarrollo a lo largo del período bíblico y posterior al bíblico, tiene aquí una visión final. Aparece esta mujer, creo que representando al pueblo del Señor en general, incluyendo tanto a los santos del Antiguo Testamento como a los del Nuevo Testamento, porque ella aparece vestida de sol, representando al Sol de Justicia que es el Señor Jesús; por lo tanto el Nuevo Testamento está incluido; pero ella está con los pies sobre la luna, que es la que refleja la luz del sol, que cuando no está el sol, ella nos habla del sol, y es como una especie de adelanto y de tipología; y por eso nos representa también el Antiguo Testamento; y ahí aparecen esas doce estrellas, digamos, las Doce Tribus de Israel como de los doce hijos de Jacob, pero luego también el Señor dijo que esas tribus serían juzgadas por Doce Apóstoles; y ya entramos en el Nuevo Testamento. Esta mujer simboliza el pueblo de Dios en general, incluyendo el período anterior a Israel, el período de los patriarcas y el tiempo mismo de Israel, y que continúa con la Iglesia. No quiero hablar tanto de la mujer en general, sino del aspecto que dice el verso dos (recordar eso): “y estando en cinta”, esta mujer tiene que dar a luz un niño varón destinado a reinar desde el Trono de Dios.
Ciertamente que en el Antiguo Pacto Israel estuvo teniendo dolores de parto en espera del Mesías. Pero cuando nació el Mesías, el Señor Jesús, Él vivió y murió por nosotros, resucitó y fue tomado por Dios a la gloria, y se sentó ciertamente a la Diestra de Dios Padre.
La angustia del alumbramiento
Pero Él también habló de este misterio de esta mujer. Vamos a leerlo allí en Juan 16, desde el versículo 16 en adelante. El Señor Jesús, que es el Mesías, pero que es la Cabeza de un Cuerpo, que ciertamente fue esperado con angustia y dolor por Israel, pero que vino y volverá, entonces Él dice a los suyos: “Todavía un poco, y no me veréis”; éste primer poco nos habla de un período, de una experiencia de fe incipiente, apenas naciente, donde dice: todavía... no me veréis; “todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco, y me veréis”; éste es un segundo poco, “…y me veréis…”, pero éste “me veréis” lo agrega con un porque, “…porque yo voy al Padre”. Dijo unas palabras que ellos no entendieron bien. Hay un período donde se le ve y un período donde no se le ve porque Él va al Padre; ciertamente que se le verá espiritualmente mientras esté con el Padre; y se le verá en Gloria cuando venga del Padre. “Entonces (ante esas palabras) se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Que es esto que nos dice: “Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? Decían, pues ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla”; ellos habían recibido al Mesías, pensaban que el reino se manifestaría inmediatamente; incluso después de que resucitó todavía le dijeron:
“Señor, ¿no restaurarás el reino a Israel...?” y Él les tuvo que decir: “No os toca a vosotros saber los tiempos y las sazones que el Padre puso en Su sola potestad, pero me seréis testigos”; o sea que el Señor Jesús resucitó, ascendió a la diestra del Padre y encomendó a la Iglesia un testimonio; la Iglesia fue dejada aquí; no se fue con el Mesías. Ya había unos pocos, pero el Señor tenía que llamar muchas ovejas de Israel y también las otras ovejas de entre los gentiles para llenar las moradas celestiales. Entonces no se llevó la Iglesia todavía; le dejó dos pocos; un primer poco donde no se le vería, una primera etapa que podríamos decir: formativa, que podríamos decir: Externa, que podríamos decir: Periférica; porque no le veríamos; y después una etapa más profunda donde sí le veríamos, y entonces acerca de ese período es que le preguntan. Ellos no pensaban que habría el período de testimonio que la Iglesia tendría, y que también coincidiría con el período de formación de Cristo en la Iglesia; porque ese varón que es Cristo y que ya está a la diestra del Padre, es la cabeza de un cuerpo y está destinado a formarse a plenitud en ese cuerpo. Esa es la parte que corresponde a esta mujer después de Cristo; entonces Él habla de esta mujer ahora después de Cristo; porque Israel tuvo su tiempo, pero ahora Jesús, cuando ellos pensaban que el reino de Israel ya estaba a punto de manifestarse, Él les dice: “No, todavía hay otro poco y hay otro poco”.
Entonces dice así: “Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis?”, o sea que lo que Él va a explicar aquí es esto del “poco”, de estos dos pocos. “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis, y lamentaréis…”; ese es el primer poco: “todavía un poco”; “…y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo”; este es el segundo poco: “y aun otro poco y me veréis”. “La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora, (la hora de la mujer y el dolor van juntos; es inevitable el dolor en la hora; la hora de dar a luz es la hora del dolor) “pero después...”, ese es el segundo poco; el primer poco es el dolor: “Todavía un poco y no me veréis”. Es esta mujer en cinta y en angustia del alumbramiento es la Iglesia. La angustia precede al alumbramiento; eso es lo normal, el dolor precede al gozo, la muerte precede a la resurrección, la tarde precede a la mañana, porque el día comienza con la tarde. La Biblia dice: “tarde y mañana”; no dice “mañana y tarde”, como acostumbramos nosotros decir; no, el día empieza por la tarde.
Cuando se puso el sol se acabó el día y comenzó en la oscuridad el siguiente día; el día comienza con la oscuridad, la tarde se le llama en la Biblia a todo el período de oscuridad; la palabra es ereb, de donde viene la palabra erebo: Oscuridad; “la tarde y la mañana, un día”, el día no comienza por la mañana, el día en la Biblia comienza en la tarde, comienza con la oscuridad, y entonces ahí salen las estrellas que anuncian el día, y por fin sale el Sol de Justicia. Entonces la parte segunda es la mañana, y la parte primera es la tarde; y la tarde va desde que se pone el sol hasta que sale el sol; esa es la tarde el Erebo; y la segunda parte comienza cuando sale el sol hasta cuando se pone; esa es la mañana, el día entero es la mañana, y la noche entera es la tarde; primero es la noche y después es la mañana. Por eso dice: “Primero es el hombre natural, después es el hombre espiritual”, se necesita que haya un período para remoción del hombre natural; ese es el primer poco.
De Nuevo Un poco: El Gozo Perpetuo
“Todavía un poco, y no me veréis, pero de nuevo un poco, y me veréis”; ese “me veréis”, es ese gozo que será imposible de ser quitado a ella, porque la tristeza se convertirá en gozo; hay dolor y hay gozo, hay angustia y hay alumbramiento, pero en ese orden: primero un poco y luego el otro poco; claro que esto tiene una primera parte espiritual de la formación de Cristo. Ese “me veréis” tiene un inicio en la revelación de Cristo. Él se va revelando a nosotros, lo vamos conociendo de manera directa, y claro que después le veremos tal como Él es, cuando Él venga por nosotros y nosotros seamos recogidos a Él; y ahí ese gozo será pleno, pero ciertamente que ya hay gozo desde ahora. Entonces dice, verso 21:
“La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia”. El Señor no eximió a esta mujer de la angustia de los dolores del parto, sino que le está diciendo a la Iglesia como amanera de parábola, aunque aquí la palabra parábola no aparece, le está diciendo que esto es inevitable, que hay que pasar por aquí. “Pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros…”. Aquí la mujer está representándolos a ellos, a los apóstoles, a sus discípulos que están, como decir, representando toda la Iglesia; entonces aquí vemos que esta mujer también tiene que ver con la Iglesia. Por eso aparece vestida de sol. La parte tipológica de Israel la vemos en las estrellas, la vemos con la luna bajo sus pies, porque está parada sobre lo que era una promesa y una tipología, que nos anunciaba lo que venía, pero la luna no es la luz real; ella no tiene luz propia, ella solamente tiene luz reflejada; la verdadera luz es la del sol, y esta mujer vestida del sol es la Iglesia revestida de Cristo. Dios haciendo un pueblo con todo su pueblo anterior y haciendo un solo cuerpo con ellos y con nosotros, y dándoles a los del final algo que no dio a los anteriores, para que no sean ellos perfeccionados sin nosotros.
Entonces dice: “También vosotros ...”; esa es la mujer, la Iglesia; “también vosotros ahora tenéis tristeza”. “Un poco, y no me veréis, y de nuevo un poco, y me veréis”; y usa la palabra tristeza, como la palabra angustia, como la palabra dolor, como la palabra no vé. “Pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón”; esta frase yo pienso que no la podemos interpretar de una sola manera, porque ciertamente que cuando Él se va revelando a nosotros estamos empezando a verlo; y un día, claro, le veremos tal como Él es, y seremos semejantes a Él porque le veremos tal como Él es; pero lo del alumbramiento no es una cosa como lo de voltear una arepa de un día para otro, sino que es un proceso; se le compara a una mujer en cinta, y una mujer en cinta es un proceso largo. “Y nadie os quitará vuestro gozo. En aquel día, no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis…”; y empieza a decir: “hasta ahora”.Lo de pedir no es sólo a partir de que el Señor venga, no es sólo a partir de que se establezca un milenio glorioso sobre la tierra y luego un cielo nuevo y tierra nueva y Nueva Jerusalén, no; desde ahora mismo hay que pedir para que desde ahora comience a adelantarse el gozo; por eso se habla de “gozar ahora de los poderes del siglo venidero”; todo esto tendrá una plena culminación en el siglo venidero y la eternidad, pero comienza a perfilarse, a anunciarse desde ahora; es un adelanto de los poderes del siglo venidero. “Pedid, y recibiréis para que vuestro gozo sea cumplido”. Nuestro gozo se va cumpliendo en la medida que vamos recibiendo lo que pedimos, y tendrá un pleno cumplimiento en la eternidad. Entonces, en esta mujer, en este niño formándose en ella, en este proceso a través de la angustia, a través del dolor, a través de la tristeza, a través de la espera, a través de los peligros, de las suplicas, se nos habla de un proceso.
Para Llenarlo Todo
También el apóstol Pablo habla de ese proceso a los Efesios en el capitulo 4; quisiera que lo miremos. Voy a leer desde el verso 10: “El que descendió, (“Ahora estoy con vosotros, pero no me veréis más”) es el mismo que también subió (“no me veréis más, todavía un poco”) por encima de todos los cielos para llenarlo todo”. Él vino, murió, fue a los infiernos, resucitó, ascendió, con un objetivo: “llenarlo todo”, llenarlo. O sea, lo que la Iglesia hace en ese período desde la ascensión, es llenarse. Él subió para llenarlo todo; el objetivo de la ascensión es llenarlo todo, llenarlo todo de Sí mismo. Todo aquello que es diferente a Él y que es distinto de Él y que carece de Él, es visitado por Él, para Él ser introducido, incorporado, recibido, podemos decirle gestado en el vientre de la Iglesia, para llenar a la Iglesia de Sí, y usar a la Iglesia como vehículo para tomarse la tierra y luego, claro que habrá unos que no quieren que Él reine, y habrá una resistencia a la Iglesia, contribuirán con el dolor de la Iglesia y el mundo querrá hacer su reino a su manera, y el Anticristo se sentará, pero el Señor vendrá y los que no querían que Él reinase, que quisieron ponerse ellos como cabeza, se quedarán sin cabeza, porque Dios solo tiene una Cabeza, que es Su Hijo Jesucristo; y entonces definitivamente establecerá lo Suyo. Pero hay un proceso. Entonces dice aquí: “para llenarlo. Y (entonces Él, para llenar Él todo, Él comienza llenando a unos primero y enviándoles para ministrarle a Él, para abrirse lugar en ellos y con ellos) él mismo dio (porque esto es un don, la palabra aquí constituir, es una traducción no tan exacta, porque la palabra en el griego es edoken, que quiere decir dio) a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelista, a otros pastores y maestros, a fin de perfeccionar...”. Entonces el llenar está relacionado con el perfeccionar, y el perfeccionar está relacionado con la formación de Cristo, que es el varón que nace en el vientre de la Iglesia. Él ya es el varón perfecto que esperaba Israel, y ya esta sentado a la diestra del Padre, pero Él es la cabeza de un cuerpo que es la Iglesia, en la cual Él tiene que formarse, tiene que llenarlo, perfeccionarlo, configurarlo a Su propia imagen.
Entonces sigue diciendo acá: “perfeccionar (subrayo ese verbo) a los santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” Aquí usa la palabra perfeccionar, que nos habla de ese proceso que nos habla de ese alumbramiento, de ese estar en cinta, de ese tener dolores de parto, de angustias; todo eso está incluido en el perfeccionar, y también en el edificar, perfeccionar a los santos, para que los santos hagan la obra del ministerio, o sea, del servicio a Dios, que es edificarle un cuerpo a Él.
La Fe Inicial y La Fe Madura
Él tiene que llenar ese cuerpo y expresarse en él. Dice: “Hasta que”; esa edificación en el objetivo de Dios es muy alto; difícilmente los hombres se pondrían un objetivo como este, pero Dios como es el que lo hace, Él sí se puede poner este objetivo: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe”. Aquí habla de la fe como en el futuro; claro que hay una fe en el pasado, claro que hay una fe en el inicio, hay una fe que si falta en el inicio, no hay inicio; esta fe es la fe mínima para que una persona reciba al Señor y nazca de nuevo. Aquí mismo en Efesios acababa de hablar de esa fe del inicio, y luego en el verso 13 y 14 habla de la fe madura. La fe del inicio aparece aquí en el verso 4 cuando dice: “un Señor, una fe, un bautismo”; esta fe mínima incluye a Dios, al Hijo de Dios, a Jesús el Hijo de Dios y el Cristo, muerto por nuestros pecados en una muerte expiatoria, resucitado y hecho Señor; y creyendo en Él somos salvos y comenzamos, pero lógicamente que ese comienzo, ese fundamento es en vista de un proceso posterior, que es el de la formación de Cristo. O sea que la edificación de la Iglesia es la formación de Cristo; y habla de una fe madura, de la fe no solo inicial, sino la fe en el sentido completo, como le dice Pablo a los Tesalonicenses.
Vamos a volver aquí a Efesios, pero para que los hermanos puedan ver ese verso especialmente si hay algunos que son más nuevos, quizás no lo recuerdan, en 1ª Tesalonicenses 3 dice en el versículo 10, de Pablo y sus compañeros: “Orando de noche y de día, con gran insistencia”; le está hablando a una iglesia nueva, sólo había podido estar tres mese en Tesalónica, y por causa de la persecución, él tuvo que irse preocupado, pero mandó a Timoteo. Timoteo llegó con buenas noticias, que ellos se mantenían en la fe, en el amor, y apreciándolos a ellos; entonces ya estaban en la fe, en esa primera parte de la fe, y les dice Pablo que él seguía orando con Silvano, con Timoteo: “...con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro y completemos lo que falte a vuestra fe”. La fe inicial tiene que ser completada, y el ministerio del apóstol Pablo aquí, el ministerio apostólico, tiene el encargo, no sólo a llevar las personas al inicio de la fe, sino ellos mismos avanzar hacia la unidad de la fe.
Cuando se habla de la unidad de la fe se coloca en el futuro; aquí en Efesios 4:12 dice: “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe”. La fe es una, es la fe del Hijo de Dios, pero nosotros tenemos que llegar a la unidad de la fe; cuando se habla de la unidad del Espíritu, no usa el verbo llegar sino el verbo guardar. Por ejemplo aquí en el capítulo 4:3 dice: “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu”. El Espíritu es uno solo; nosotros no tenemos que hacer nada para tener la unidad del Espíritu, porque todos los hijos hemos recibido el mismo Espíritu , a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu , todos los hijos de Dios tenemos el mismo Espíritu, no importa la nacionalidad,, la raza, la clase social; no importa si es hombre, si es mujer, si es rico o pobre, si es culto o inculto, a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu; por lo tanto, en cuanto a la unidad del Espíritu, no se nos pide llegar a ninguna parte, sino solamente guardarla. Ya nos fue dada. El Espíritu de hecho es y será eternamente Uno; por lo tanto, donde Él está, está la unidad del Espíritu. Cualquier persona que tiene el Espíritu del Señor, tiene la unidad del Espíritu, no se le pide que la fabrique, no se le pide que la alcance, sólo se le pide que la guarde con solicitud, en cambio, cuando se habla de la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, de la estatura del varón perfecto, este Varón, es el hijo varón de aquella mujer, este varón perfecto del versículo 13. Dice: “hasta que todos lleguemos”; llegar; ahora habla de un proceso. A partir de la unidad del Espíritu, llegamos a la unidad de la fe; es decir, crecemos, somos perfeccionados, somos edificados en la unidad de la fe, la fe del Hijo de Dios, la fe que una vez fue dada a los santos. No vamos ha añadirle nada a la fe; la plenitud de la fe esta expresada en la Palabra de Dios.
Pero una cosa es que ella esté en la Palabra de Dios y otra cosa es que nosotros la hayamos captado, o la hayamos recibido o hayamos crecido en ella; la fe fue dada una sola vez, no aparecerá ninguna otra Biblia. Cualquier otra que pretenda aparecer por ahí, el Koran, el libro del Mormón o cualquier otro, es falso. Pablo dijo que ni siquiera él, ni los apóstoles, ni ningún ángel del cielo, podían predicar un evangelio diferente que el que ya predicó Jesucristo. Jesucristo es el Amén de Dios; ya la última Palabra. ́Él es el principio y Él es el fin; por lo tanto en la Biblia ya está contenida la plenitud de la fe del Hijo de Dios; pero eso no quiere decir que nosotros por tener la Biblia en papel, la tengamos en el corazón, por revelación; eso es otra cosa.
Necesitamos profundizar en el conocimiento y en la fe, en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios.
Me veréis, os gozaréis, os alegraréis, primero en la fe, luego la realidad, en la esperanza, y luego en la plenitud. Dice acá: “...hasta que todos lleguemos (el verbo ahora es futuro, nos habla de un proceso) a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios”. Y ahora es como si la fe y el conocimiento del Hijo de Dios se sintetizaran en una persona, y es en Cristo. La fe y el conocimiento del Hijo de Dios, es un equivalente del siguiente verbo, de la siguiente frase: “a un varón perfecto.” Él está diciendo dos cosas de la misma manera: “Lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios”, es lo mismo que llegar: “a un varón perfecto” y eso es lo mismo que llegar: “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”; entonces aquí habla de una plenitud que tiene una medida y que tiene una estatura, y esa plenitud, esa medida, esa estatura, es un varón perfecto. Vemos, pues, que la Iglesia tiene que crecer a la medida del varón perfecto; y podíamos decir que el varón perfecto tiene que crecer a Su propia medida en la Iglesia, porque Él ascendió y envío su Espíritu con el objetivo de llenarlo todo, ¿de qué? de Sí mismo. Entonces la unidad del Espíritu, la unidad de la fe, la unidad del conocimiento, están relacionados con el varón perfecto. Todo comienza con el Espíritu; esas son las arras de la herencia, la primera parte. Por el Espíritu nacemos de nuevo y nacemos para crecer, para ser edificados juntos como un cuerpo, el cuerpo de Él, un organismo para Su propia vida; entonces crecemos en el Señor.
Entonces el Señor dijo que Él lo haría, porque eso es lo que la profecía decía que haría el Hijo de Dios; aunque la profecía lo dice como el hijo de David. “David, tú has derramado mucha sangre, tú no me edificarás casa, pero tú hijo que nacerá de ti”, del cual Salmón era tan sólo una figura; el templo que edifico Salomón era apenas una figura; “Salomón tú hijo, me edificara casa”. Por eso Pablo a los Efesios habla de la edificación del cuerpo de Cristo, y dice: “...para morada de Dios en el Espíritu.” Toda la edificación, toda la casa que se levante, es para ser llenada. El objetivo del Tabernáculo era ser llenado de la gloria, el objetivo del templo era ser llenado, el objetivo de la Iglesia es ser llenada. Él ascendió para llenarlo todo, y al final será “Dios todo, en todos”. Aquí este todos se refiere lógicamente a los que recibimos al Señor, porque los demás estarán en el Lago de Fuego, conociendo la justicia de Dios, puesto que no quisieron conocer la Gracia, conocerán el juicio de Dios. Como rechazaron la gracia, bueno, se quedaron sin esa mitad de la moneda de Dios, pero la otra mitad la tendrán siempre presente. Dios estará siempre presente con ellos en Su juicio; Él quiere estar presente en la vida de todos en Su gracia, pero si rechazamos Su gracia, no nos queda sino en Su presencia: Juicio.
Entonces “Yo edificaré (dice el Señor Jesús) Mi Iglesia”. La formación de Cristo en la Iglesia. La historia de la Iglesia, es la historia de la edificación de una casa que el Hijo de David le hace a su Padre; la historia de la Iglesia tiene ese objetivo, de edificar una casa para la plenitud de Dios. Es Dios en Cristo y Dios por Cristo, por el Espíritu en nosotros; es Dios el Padre quien metió Su plenitud en el Hijo, y es el Padre y el Hijo por el Espíritu que han pasado y están pasando Su plenitud a la Iglesia. Entonces la Iglesia esta siendo llenada y por lo tanto perfeccionada, y por lo tanto edificada; y todo ese proceso tiene una tarde y una mañana, tiene un dolor y un gozo, una angustia y un alumbramiento, y toda la historia de la Iglesia, es una combinación de estas dos cosas. La Iglesia pasando por dolores, por tristezas, por angustias, con el expreso objetivo de dar a luz al Hijo Varón; o sea que Cristo se forme en la Iglesia. Siempre la Iglesia enfrentará desafíos, enfrenta problemas, y esos problemas aquí tienen esas palabras que aquí mencionaba: angustia, etc.
Un poco más de Cristo
Pero la respuesta, si va a ser verdadera respuesta, siempre será un poco más de Cristo; nunca la respuesta será otra que algo más de Cristo, algo de Cristo que no habíamos conocido, un aspecto de Cristo que no habíamos captado; comprenderemos y participaremos espiritualmente de un poco más de Cristo; entonces el objetivo de esas pruebas, de estas luchas de estos conflictos, de estos combates, ha sido que Cristo sea mejor conocido. Anoche conversábamos con el hermano Jorge Iván Panesso, y otros hermanos, al hablar del proceso de la historia de la Iglesia, y cómo lo que el Señor ha ido revelando de Sí, de Su propósito, de Su Palabra, de Sus planes, de Sus obras, de la riqueza de Su obra a Su Iglesia, que ha sido dirigido todo eso por el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo está aquí en nombre de Cristo, no haciendo nada por Sí mismo, sino actuando en el nombre de Cristo, no hablando sino lo que oye, lo que recibe de Cristo, y Cristo lo que recibe del Padre. “La revelación de Jesucristo que Dios le dio”. Dios el Padre se la da al Hijo, y el Hijo al Espíritu, y el Espíritu se la ha venido dando a la Iglesia durante este largo proceso de edificación. Esta edificación es hacia un final; dice que: “mejor es el fin del negocio, que su principio”. O sea que los del fin (no los delfines, aunque somos los delfines del Señor) los del fin del negocio, somos los herederos del proceso de la formación de Cristo a lo largo de la historia de la Iglesia, la Iglesia estaba en dolores de parto, aunque ha habido cosas que no ha comprendido bien.
La Palabra, la revelación que fue propuesta por Dios, que ha sido llamada así por los teólogos: La Revelación Preposicional, La Revelación Especial que esta en la Biblia; la Palabra completa de Dios ya fue dada a la primera generación apostólica; se cerró el Canon, ya no es necesario que aparezca otra Biblia, ya todo lo que tenemos que conocer esta ahí; solamente que ahora nos corresponde beber del Espíritu, volvernos al Espíritu, para que el Espíritu nos dé la respuesta, haciendo viva por medio de Cristo Su palabra a nosotros. Cada vez la Palabra será más real, cada vez la Palabra será más rica, cada vez la Palabra tendrá mayor contenido para nosotros; quizá al principio nosotros leemos como a oscuras, pasamos por muchos versos, hasta los podemos recitar de memoria, pero no somos tocados por la realidad de esos versos, no se hacen un rhema, una palabra viva, iluminada, una iluminación, un soplo, un toque del Espíritu, sino que el Espíritu nos va capturando, y cuando estamos pasando de largo, de pronto algo nos tocó, nos hizo detenernos, nos hizo volver y volvemos sobre nuestros pasos y comenzamos a mirar de nuevo una palabra que ya habíamos leído muchas veces, y que no la habíamos entendido y que no la habíamos relacionado con otras que están también en la misma Biblia, hasta que Dios nos va trayendo luz. La historia de la Iglesia, la historia del entendimiento espiritual de la Iglesia, acerca de la Palabra plena de Dios, acerca de Cristo, Su persona, Su relación con su Padre y con Su Espíritu, con la humanidad, Su obra, Su vivir, Su morir, la profundidad de Su obra en la cruz, la resurrección, lo que nos viene de la resurrección, lo que nos viene de la crucifixión, lo que nos viene de la ascensión, lo que nos viene de la intercesión, lo que nos viene de la encarnación, todo eso la Iglesia ha estado disfrutándolo como un botín que el Valiente ganó y ahora la Iglesia queda con el botín; ya la Iglesia tiene el botín en las manos, ya es nuestro, pero todavía no lo ha disfrutado, apenas esta sacando las cosas. ¿Pero esto estaba ahí? Sí. ¿Pero esto también? Sí.
¿Y quién hace eso? El Espíritu; el Espíritu es el que hace realidad a Cristo en nosotros, es el que hace viva y vida la Palabra de Dios en nosotros, es el que verdaderamente nos edifica. Entonces, hermanos, la historia de la Iglesia tiene ese sentido; conviene mirar lo que el Espíritu ha hecho en la historia de la Iglesia, conviene observar atentamente al Señor en Su edificación, conviene poner atención a las tónicas, a las teclas que el Espíritu Santo ha tocado en los diferentes siglos; porque ha sido una edificación; se necesitaba la luz de los primeros siglos para que se pudiera edificar algo en los siglos medios; y se necesitaba lo que fue gestado en los siglos medios para que se pudiera llegar a lo que se vio en la época de la Reforma; se necesitaba lo que fue gestado, lo que fue formado de Cristo en la época de la Reforma para que se pudiera dar lo que se dio después en los siglos XVIII, XIX y XX; y nosotros en el siglo XXI necesitamos todo el aporte del Espíritu; no digo solamente un aporte externo; claro que lo del Espíritu se puede escribir y se puede tener una biblioteca, claro que tener una biblioteca afuera es lo mismo que tener una Biblia sin leer. Le damos gracias a Dios por la Biblia y por lo que el cuerpo de Cristo ha escrito y que llena bibliotecas, pero Dios está interesado, no en que tengamos bibliotecas, aunque no las prohíbe, y si uno aprecia las cosas de Dios, pues creo que apreciará lo que Dios ha dado a los hermanos, incluso a los seres humanos; pero lo que Dios nos está dando a la Iglesia durante estos 21 siglos, es algo más del mismo Cristo, y es algo que el Espíritu hará cada vez más real; nunca la realidad puede ser independiente al Espíritu.
Espiritualidad y Ortodoxia. Únicamente por el Espíritu
Yo quisiera mirar con mis hermanos un verso que está aquí en la epístola 2ª Timoteo 1, en los versos 13 y 14 dice Pablo a Timoteo así; él se refiere a dos aspectos aquí, a uno externo, digamos ortodoxo, doctrinal, y a uno interno, espiritual, podíamos llamarle incluso carismático si se quiere, no en el sentido de carisma, de dones, sino vital; y todo este contenido de Cristo que la Iglesia ha estado recibiendo para que en ella se forme y Él lo llene todo, tiene esos dos aspectos: un aspecto vital, interno, y un aspecto ortodoxo, doctrinal, externo.
A veces nos hemos inclinado según nuestros temperamentos, a uno u otro aspecto; si somos personas racionales y si tenemos algún don de maestro, quizás nos inclinemos al aspecto ortodoxo, doctrinal; si somos unas personas un poco más místicas, al aspecto interno, espiritual, o incluso bastaría con ser emocionales, porque a veces lo emocional se parece un poco a lo místico; no es lo mismo, claro, pero como se parece, entonces a veces sustituimos lo místico, lo misterioso, lo espiritual, por lo meramente emocional. Hay personas que sólo buscan saber; otras que buscan sentir, unos se inclinan más por estar sintiendo; “es que no siento nada y yo quiero sentir, es que hace rato no siento”, y otro lo que quiere no es tanto sentir, más bien desconfía de esos sentires; él lo que quiere es saber; pero tanto el saber como el sentir pertenecen sólo al ámbito del alma, del hombre exterior, al ámbito anímico, no al más interno, al ámbito espiritual, Claro que Dios quiere que sintamos y que sepamos, pero lo que más quiere Dios es que creamos. Todavía no podemos saber ni sentir todo lo que algún día hemos de saber y de sentir, ahora es necesario creer y vivir una vida de fe, para que por esa fe, esa dependencia, ese contacto, podamos ser tocados y recibir realidad espiritual en nuestro interior; he aquí esa realidad.
Dice Pablo a Timoteo en 2 Timoteo 1 (el verso 13 habla de la ortodoxia doctrinal y el verso 14 habla de la experiencia espiritual, unos podían decir del Logos y del Rema): “Retén la forma de las sanas palabras, que de mi oíste en la fe”; porque no son sólo palabras, sino palabras reales, palabras en la fe, y en el amor; pero esta fe y este amor tampoco son reales en sí mismos, sólo en Cristo. Cristo es la realidad de la fe y del amor, y la fe y el amor en Cristo, son la realidad de esta forma de las sanas palabras. Entonces podríamos decir que la forma de las sanas palabras son el aspecto doctrinal ortodoxo de la verdad, que debe ser retenido; no podemos pretender ser tan espirituales que nos dejemos de la ortodoxia; porque así cualquier espíritu misticoide nos llevaría a fantasías pensando que es el Espíritu Santo. No voy a contar casos, creo que Manolito Urrea, tiene la carga de hablar sobre eso y puede ser que nos cuente unos casos; pero luego entonces dice el verso 14: “guarda el buen deposito (y dice aquí) por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. Fíjate que el buen deposito, o sea, la realidad de las palabras ortodoxas, aquello a lo cual se refiere la ortodoxia, sólo lo puede guardar el propio Espíritu Santo; del cual debemos depender cada día; para que lo que sabemos, las verdades que hemos aprendido, las verdades de la ortodoxia, sean vida en nuestro ser; sólo el Espíritu Santo nos lo puede hacer vivo. Puede ser que el día que tuviste una revelación, fue muy vivo para ti, pero pasado el tiempo, empezamos a quedarnos con la cáscara, con la formula, con el formalismo, con la inercia, y se pierde la vitalidad; pero decimos las mismas cosas, el credo es el mismo, la formula es la misma, el credo de Nisea, el de Calcedonia, la confesión de Ausburgo, pueden ser verdaderas, se refieren a cosas de la Biblia; pero Dios está interesado en que por medio del Espíritu Santo mantengamos viva esa verdad; tengo que decir: “Señor, yo no quiero repetir solamente cosas que sé, claro que las tengo que decir, no voy a decir otras, pero necesito de Ti, porque sólo Tú mismo eres la verdad de esta cosas, sólo Tú mismo eres la realidad de estas palabras; necesito de Ti, me vuelvo a Ti”. Dice que si venimos a Él por la fe, “de nuestro interior correrán ríos de agua viva”. Esto dice san Juan: “esto dijo del Espíritu que recibirían los que creyesen”, o sea que el Espíritu está siempre para que nos volvamos a Él para creer; no tanto para saber, no tanto para sentir, sino para creer. “El que en mí cree, de su interior correrá el Espíritu, ...como ríos de agua viva”; son varios ríos, porque necesitamos constantemente que la sequedad de la ortodoxia, que puede llevarnos a marchitar, reverdezca; sólo el Espíritu hace reverdecer aquello a lo cual se refiere la ortodoxia, y Pablo nos manda a retener las dos cosas, el aspecto externo y el interno. “Retén la forma y guarda el buen deposito...”. El Buen Deposito es todo lo que Dios el Padre es, Su plenitud que puso en Cristo, y lo que el Padre y el Hijo, lo que ellos son y han hecho, el Espíritu lo hace real en nosotros, por medio de depender de Ellos en la fe, creer Su palabra y depender, venir al Señor, decir al Señor: “No tengo nada sin ti, no quiero ser un lorito”. Un lorito se puede aprender el credo de Calcedonia, un lorito se puede aprender la confesión de Ausburgo y la podía repetir, pero sabemos que el Señor nos dio más que palabras y que repetirlas como un lorito; necesitamos esa presencia del Espíritu que esta ahí, no porque nosotros lo merezcamos, no porque hayamos guardado la ley, sino por el haber oído la Palabra con fe; es creer la Palabra lo que abre las puertas al funcionamiento de la obra del Espíritu.
“Recibisteis el Espíritu por las obras o por el oír con fe..., aquel que hace maravillas entre vosotros...”; entonces el que hace maravillas entre nosotros es el que suministra el Espíritu y lo hace solamente por la fe; creer a Dios. Si Dios te concede sentir algo, saber algo, amén; recíbelo como un don de Dios; es un don de Dios saber algo. Saber electricidad también es un don de Dios, saber ingeniería es un don de Dios, saber agricultura también es un don de Dios; todo eso es un don de Dios; no vamos a menospreciar los dones de Dios. Dios juntamente con su Hijo nos dio todas las cosas, pero todas las cosas sin su Hijo se vuelven una distracción y un embeleco, un engaño; pero todas las cosas con su Hijo son nuestras. Dios nos dio todas las cosas, aun la muerte es nuestra, y la vida y el porvenir, todo es nuestro en Cristo Jesús; somos herederos de todo, todo nos pertenece y nos es útil si estamos en Cristo, si Cristo es el administrador, si Cristo es el que maneja todas las cosas. Las cosas nos fueron dadas, no vamos a menospreciar las cosas porque sería menospreciar al Dador, pero no vamos a idolatrar las cosas de tal manera que nos alejen del Creador.
Gracias a Dios por todas las cosas, por todas las experiencias, por todos los haberes, por todos los conocimientos; esa no es la letra que mata, la letra que mata es la propia letra de la ley de Dios que fue escrita en tablas de piedra, para condenar al que no obedezca la ley; esa es la letra que marta, pero todo lo demás que podamos conocer, de agronomía, de medicina, de ingeniería, de astrofísica, etc., es un don de Dios; todas las cosas nos fueron dadas. “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? Le hiciste inferior a los ángeles, sin embargo lo coronaste de honra y gloria, todas las obras de tus manos, las pusiste en las manos del hombre”; de manera que no necesitamos deshacernos de una parte de los dones de Dios, lo que necesitamos es recibirlos y administrarlos en conjunción con Cristo, en comunión con Cristo; nada de lo que es humano nos tiene que ser vedado, o nos tiene que quedar grande, ¡no! Todo lo que es humano, es humano por voluntad de Dios, menos el pecado (claro, eso fue que Dios lo permitió, pero no lo quiere), pero todo lo que nos viene de lo que es humano por creación de Dios, es algo que Dios quiere que lo tengamos como un regalo de Él, y lo administremos en unión, en comunión con su Hijo Jesucristo. Toda la historia de la Iglesia es esto, tiene un contenido interno y uno externo; digamos que a veces tenemos solo la ortodoxia, pero un día alumbró algo más de Cristo y la ortodoxia se hizo viva y se hizo visa; ahí está el Espíritu. Entonces esa es la formación de Cristo, es cuando la ortodoxia se hace viva, por causa del Espíritu.
Lo que Dios nos concede para que eso hablemos
En 1ª a los Corintios capitulo 2, también habla de estos aspectos. Dice en el verso 12 hasta el 15: “y nosotros no hemos recibido (me gusta el verbo recibir, así como el verbo creer, porque nada se puede recibir, sino creyendo) el espíritu del mundo”. ¡Ay Señor! Guarda mi corazón, guarda nuestro corazón de recibir el espíritu del mundo.
Nosotros estamos cerrados, debemos estarlo, por lo menos cerrados al mundo; en la cruz el mundo nos fue crucificado y nosotros crucificados al mundo “No hemos recibido (dice Pablo con esa seguridad) el espíritu del mundo, sino...”; esto sí hemos recibido; esto no es un premio a mucho ayuno, o un premio a algunas oraciones bien desaforadas, dándonos cabezazos contra la pared, ¡no!, es por fe que se recibe; lo que sí hemos recibido es “el Espíritu que proviene de Dios (¡Qué maravilla! eso es lo propio del Espíritu, la procedencia, el Espíritu proviene de Dios) para que sepamos (aquí está el conocimiento del Hijo de Dios. ¿Sepamos qué?) lo que Dios nos ha concedido”. Eso, lo que Dios nos ha concedido es el Buen Deposito, es la realidad, es el propio Dios, es el propio Cristo, es el propio Espíritu, es la obra efectiva; eso es lo que Dios nos ha concedido, ese es el contenido interno, pero dice que tenemos que saberlo, es decir, tomar conciencia; en esto hay que crecer: En la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios; es un conocimiento espiritual que claro que deja sus marcas y su trabajo en el natural, pero el núcleo, el meollo es espiritual, y dice acá: “lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos”; esa es la ortodoxia, esa es la verdad doctrinal, pero aquí tenemos las dos cosas, una: “lo que Dios nos ha concedido”, y la otra: “lo cual también lo hablamos”, este contenido lo expresamos según la forma de las sanas palabras, o sea, la ortodoxia bíblica; pero tenemos la ortodoxia bíblica y el Espíritu, que es la realidad lo que la Biblia habla; tenemos las dos cosas; para eso la Iglesia está acá, para que Él lo llene todo, y entonces Él lo llena así por el Espíritu; pero el Espíritu también se expresa en palabras: “Lo que Dios nos ha concedido” y “lo cual, también hablamos”; ese es el testimonio de la Iglesia, o sea que la Iglesia está aquí, estamos aquí para ser testigos de lo que el Señor está llenando; ser testigos. Ser testigo no es solamente hablar; ser testigo es ver lo que Dios está haciendo.
Cuando Dios le dijo a sus discípulos: “me seréis testigos”, no solamente quiere decir: Van hablar de mí, no, ustedes me van a ver haciendo las cosas y ustedes las van a interpretar”; como lo hacía Pedro: “Esto es lo que dijo el profeta Joel: En los postreros días, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, sobre mis siervos, sobre mis siervas, sobre mis hijos sobre mis hijas...”; esto es esto, o sea, está la realidad y está la interpretación. Ahí tenemos no sólo ortodoxia, ni sólo carisma, sino que tenemos vida y tenemos verdad, vida y verdad. El Señor es “el camino, la verdad y la vida”. El camino es todo Él. Todo el proceso es algo más de Cristo; el primer paso es: un poquito de Cristo, el segundo paso es: otro poquito de Cristo, el tercer paso es otro poquito de Cristo, el cuarto paso, todos los pasos, y todo el camino es Cristo.
Entonces Cristo tiene esas dos cosas: Verdad y Vida; la vida es el Espíritu, y la verdad es también Cristo; y es la Palabra, podríamos decir es la ortodoxia. “Tu Palabra es Verdad”. Entonces aquí vemos eso dos aspectos, ¿verdad? “Lo que Dios nos ha concedido, eso también hablamos”; el hablar de los apóstoles, el hablar del Nuevo Testamento, el hablar de la Iglesia, es la ortodoxia; pero esa ortodoxia no es una ortodoxia seca, no es una ortodoxia vacía, es una ortodoxia con su respectivo contenido espiritual que es el propio Señor. Entonces dice acá: “...también lo hablamos no con palabras enseñadas con sabiduría humana...”. Ustedes saben que hay dos clases de sabiduría, una meramente natural, pero hay una que proviene de lo alto, que es primeramente pacifica, llena de mansedumbre, llena de buenos frutos, esa es la verdadera sabiduría de Dios; no es solamente una erudición jactanciosa, sino que es mansa, humilde, o sea que tiene un carácter, una naturaleza espiritual; y entonces dice acá: “no con palabras enseñadas con sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu”; o sea que el Espíritu enseña palabras, el Espíritu enseña la expresión ortodoxa, el Espíritu enseña la forma de las sanas palabras, pero también las llena de contenido, como Jesús dijo: “mis palabras son Espíritu y vida”; entonces dice acá: “las palabras que enseña el Espíritu acomodando lo espiritual a lo espiritual”; y aquí vemos que hay dos cosas espirituales que se acomodan una a la otra, y que se corresponden. Una cosa espiritual es lo que Dios nos ha concedido. ¿Qué es? la propia vida divina, la naturaleza divina, nuestro propio Padre en su Hijo Jesucristo, en su Espíritu; y lo que el logró en su victoria sobre la muerte, el pecado, el mundo, el diablo, todo eso nos lo concedió y eso también lo hablamos; y ese hablar apostólico, ese hablar neotestamentario, ese hablar de la Iglesia, es la ortodoxia, la fe que fue dada a los santos, la fe en la que la Iglesia tiene que crecer. La Iglesia tiene que crecer en la ortodoxia viva, en la vida, en su forma correcta, forma de la sanas palabras, el buen deposito por el Espíritu, y aquí viene lo espiritual acomodándose con lo espiritual, un contenido interno, lo que Dios nos ha concedido, eso es algo espiritual, lo hablamos con palabras enseñadas por el Espíritu, acomodando, acomodando las palabras a lo que Dios nos ha concedido, acomodando las palabras. El Espíritu Santo nos da palabras que son las que están en el Nuevo Testamento; esas son las Palabras que enseñó el Espíritu; eso, el Nuevo Testamento, son las palabras que se refieren a lo que Dios nos ha concedido. Entonces la Iglesia que está en el ministerio del Nuevo Pacto, a diferencia de la sinagoga en el Antiguo Pacto, y del sacerdocio de Aarón; el sacerdocio de Aarón nos daba sólo el aspecto exterior, pero en el aspecto del Nuevo Pacto, la Iglesia administra las dos cosas, el contenido, el buen deposito, lo que Dios nos ha concedido, la realidad espiritual, a través de unas palabras, de la forma de las sanas palabras, de una ortodoxia bíblica, que es también inspirada por el Espíritu Santo, y que la Iglesia como ministerio del Nuevo Pacto debe administrar las dos cosas; siempre que nos estemos dando cuenta que nos estamos quedando sólo en la letra, bueno, nosotros solo tenemos letra, pero el Espíritu Santo tiene vida y Él nos la da, no porque merezcamos algo, vengamos más bien y digamos: “Señor, me vuelvo a Ti, necesito tu gracia, necesito tu Espíritu, con Tu sangre vengo a Ti, para que Tú hagas viva tu Palabra; no voy yo a hacer viva la palabra, no voy yo a darle manivela a las emociones para aparentar una cosa que no es. Señor, necesito Tu gracia”.
Recibimos Todo Por La Operación Del Poder De Dios
La gracia es la operación de Su poder, ese es el ministerio; dice aquí en Efesios (volveremos a Corintios) 3:7, 8: “A mí que soy menos que el más pequeño de todos los santos, a mí me fue dada esta gracia”; no dice este premio, no es porque merecí un premio, no, no; no es un premio, es un regalo. “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorias como si no lo hubieses recibido?... ¿Quién te distingue?” Todo has recibido, nadie se puede gloriar; “...esta gracia, fui hecho ministro...”, fui hecho servidor , o sea, el ministerio del Nuevo Pacto, que es el ministerio que tiene ahora el cuerpo de Cristo, así se forma. “...ministro por el don de la gracia...”, por el regalo del regalo, por el don de la gracia; ministro por el don de la gracia; y dice “que me ha sido dado”; otras vez dado, todo es un regalo. ¿Y cómo es dado? ¿Cómo es que Dios da el don de la gracia? “Según la operación de su poder”, o sea que cuando el poder de Dios opera, que no es el nuestro, aunque es a través de nosotros, cuando el poder de Dios, cuando la realidad de lo que Dios nos ha concedido, que es Dios, cuando el poder de Dios opera, esa es la manera como Dios da el don de la gracia. Dios regala el regalo del regalo, el don de la gracia; así Dios te hace servidor. “Fui hecho ministro por el don de la gracia que me fue dado, según la operación de su poder”; o sea, el poder del Señor es el contenido, es el Espíritu, es la realidad de las cosas, y ese es un don ¿dado a quién? A la Iglesia, a todo el cuerpo de Cristo, unos con un ministerio, otros con otro, en el sentido externo, pero en el fondo todos con el mismo ministerio de la reconciliación, de la Palabra, del Espíritu, del Nuevo Pacto, de la justificación; ese es el ministerio que compartimos todo el cuerpo de Cristo. El cuerpo de Cristo es el administrador de la gracia de Dios, como si la gracia fuera un paquete, una realidad espiritual que está en las manos de la Iglesia, y que las personas que se encuentran con la Iglesia reciben una realidad espiritual que es gracia, que es vida, que es luz, que es poder de Dios, que es salvación, que regenera; es una administración espiritual, una verdadera edificación que el Hijo esta haciendo para su Padre. El Hijo edificando para el Padre. Entonces aquí vimos esos dos aspectos.
Volvamos a 1 Corintios 2:14: “Pero (pero, pero) el hombre natural...”; la palabra en el griego es el hombre psíquico, o sea, el hombre meramente almático, el que está sólo en sus pensamientos humanos, en sus emociones humanas, en sus decisiones humanas, el que está tratando de producir mágicamente, chamánicamente, por sí mismo alguna cosa. Dice: “el hombre natural, no percibe...”; y aquí se usa el verbo percibir; lo espiritual, la realidad espiritual, tiene que ser percibida; pero si una persona no nace de nuevo, no puede percibir. No que no esté allí el Señor, no que no esté allí la vida, no que no esté allí la luz, no que no esté allí el poder, sólo que están ciegos, y no lo ven; pero los que lo ven, justifican la sabiduría de Dios.
¿No dijo así el Señor Jesús? El mismo Señor Jesús que estuvo haciendo milagros en Galilea, fue el que estuvo en Nazaret, pero los de Nazaret decían: ¿Pero quién es éste? ¿No es éste el carpintero? y no pudieron percibir porque estaban en el hombre natural; y dice el Señor Jesús y después Pablo: “El que no nace de nuevo, del agua y del Espíritu, no puede percibir, no puede ver, no puede entrar en el reino de Dios”. Este ver, es este percibir; el ver de Juan 3 es el percibir de 1 Corintios 2; las cosas espirituales se tienen que percibir, y el percibir no es un fruto del trabajo del hombre, sino que es la gracia de Dios.
“Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo revelo...”, o sea que Pedro percibió algo, y no fue porque Pedro fuera mejor; no, no, era bienaventurado, porque el Padre se lo reveló, el Padre le reveló al Hijo, y sobre la roca, que es este Cristo siendo revelado y confesado por la Iglesia, es que la Iglesia es edificada. Entonces la Iglesia se edifica en una revelación que es el contenido interno, que es la luz, que es la presencia del Espíritu Santo diciendo: Esto es así. Pero ahora tú lo confiesas; entonces, la confesión de Pedro, y que tiene que ser la de la Iglesia, es la ortodoxia, la doctrina; pero la revelación que recibió Pedro es lo que Dios nos ha concedido. Eso es lo espiritual, lo interno. ¿Quién es el Hijo? y ¿Para qué vino? ¿Qué nos hizo? y ¿qué nos dio? y ¿qué somos en Él? Eso nos es revelado y también es confesado por la Iglesia. La Iglesia tiene un testimonio doble, un testimonio que es el ministerio del Nuevo Pacto, que es administrar la gracia de Dios a través de unas palabras también espirituales, enseñadas también por el Espíritu, una forma de las sanas palabras, un testimonio ortodoxo y vivo. Yo quería llamarles la atención a los hermanos, de que somos herederos de ese testimonio que tiene esas dos caras, una cara para dentro y una cara para fuera, una cara que es lo que Dios nos ha concedido, la realidad del Espíritu, el poder, la revelación, y una cara que es la confesión, la forma de las sanas palabras, la doctrina. “Guarda la doctrina”, dice Pablo. Pablo no tenía reparos en hablar de doctrina, la doctrina de los apóstoles; he sido entregado a esta forma de doctrina; claro, también fue entregado al Señor, a las dos cosas, al Señor y a esta forma de doctrina; y esta forma de doctrina es una expresión apostólica. No debemos ya pretender ser tan carismáticos, que nos vamos a deshacer de toda doctrina.
Obedeciendo En Espíritu La Forma Sana De La Doctrina
Vamos a leer esa expresión en Romanos 6:17; aquí aparece cómo una doctrina puede producir un efecto en la persona; pero ¿por qué? Porque esa doctrina es solamente un paquete que contiene un contenido; por eso produce el efecto del verso 18; el verso 17 dice: “gracias a Dios, que aunque erais esclavos”; y Pablo lo dice con esa seguridad: “erais esclavos”, no necesariamente ahora, ahora ustedes tienen algo que es más poderoso que el pecado que hay en la carne; ustedes tienen el Don del Espíritu, como si el Señor dijese: “Nunca ustedes van a vencerse a ustedes mismos con su propio poder; reciban mi regalo, quiéranlo, cuenten conmigo”. Entonces dice: “gracias a Dios que aunque erais esclavos del pecado...”; Pablo hubiera podido decir aquí: “Habéis obedecido a Cristo”, lo cual estaría y parecería muy espiritual, pero esto también es espiritual, esto lo inspiró el Espíritu Santo: “habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina”; note que ahí habla: Forma de doctrina; esa es la ortodoxia; pero claro que Pablo no era sólo un profesor de confesiones, no; él era un ministro del Nuevo Pacto, o sea, él dependía de la ayuda del Espíritu Santo, y el Espíritu Santo operaba poderosamente en él; ese es el actuar de Dios en el ministerio. El ministerio de Nuevo Pacto es un actuar de Dios. “El que actuó en Pedro, actuó también en mí para con los gentiles”; o sea que Pablo tenía conciencia que él solo no había actuado; claro que él también dijo: “Yo he recorrido todo hasta Ilírico, y lo he llenado todo, ...no yo, sino la gracia de Dios con migo”; no yo solo, si claro, yo fui, yo hice, pero no yo solo, la gracia de Dios con migo. Entonces él dice aquí de es otro aspecto ¿Amén? ¿Competentes por nosotros mismos? ¡no!, pero sí un regalo de Dios. Entonces dice:“habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina”, eso, la doctrina de los apóstoles, tiene una forma espiritual; lo que hemos recibido también lo hablamos con palabras enseñadas por el Espíritu; esa es la forma de la doctrina, las palabras espirituales que se acomodan al contenido espiritual; esas dos cosas Dios nos la dio a nosotros, la Iglesia, para dar un testimonio, y ese testimonio es un testimonio creciente; aunque la fe fue dada una sola vez, es cada vez mejor entendida, cada vez mejor vivida, cada vez mejor representada, cada vez mejor ejemplificada; eso es, mientras el diablo está mandando su río de aguas sucias, el Señor dice: “El enemigo no levantará bandera”, “cuando el enemigo viniere como un río, el Señor levantará bandera, contra él”. O sea que en la medida que aumenta la maldad, que aumenta la configuración de la globalización del mundo para el reino del anticristo y del dragón, la Iglesia también va madurando, en ese Varón va creciendo, la Iglesia va recibiendo lo que necesita de Cristo para enfrentar cualquier situación.
Siempre Será Algo Más de Cristo
Cuando vemos las siete edades de la Iglesia, vemos en las siete edades de la Iglesia, que la Iglesia pasa por diferente citaciones; a veces cae, a veces falla, y el Señor en Su amor, a los que ama corrige e incluso castiga, porque la palabra castigo también existe de parte del amor del Señor. El Sumo Sacerdote nuestro con sus despabiladeras dice: “...pero tengo contra ti... tengo contra ti...”.
¿Qué vemos allí en esas edades de la Iglesia? Vemos que el Señor, es la respuesta para todos los desafíos de la Iglesia; la Iglesia pasa por períodos para enfrentar diferentes desafíos para que Cristo sea la respuesta a los nuevos desafíos, los desafíos del Imperio Romano, los desafíos del Judaísmo, los desafíos de la filosofía griega, los desafíos del gnosticismo, la respuesta para todos ellos fue un poco más de Cristo formándose en la Iglesia; luego vinieron los desafíos de la época del Sacro Imperio Romano, la mezcla de la política con la religión, pero la respuesta fue: Un poco más de Cristo, de la santidad, de la separación de Cristo; y había hermanos que le dieron lugar a Cristo y vencieron ese nuevo desafío; vino una nueva era de la Iglesia, nuevas circunstancias, nuevas mezclas, si no había persecuciones por fuera, había trampas por dentro. ¿Cuál era la respuesta siempre a todo? Un poco más de Cristo. “Todavía un poco y no me veréis... la mujer cuando va a dar a luz tiene dolor, tristeza, angustia”. ¿Pero qué es todo esto? ¿Para qué es todo eso? Para que la respuesta sea un poco más de Cristo; siempre la Iglesia recibirá un poco más de Cristo, para enfrentar cualquier desafío, la suma de los desafíos, las siete Iglesias, la suma de los problemas que el diablo enfrentará contra Dios, está sintetizado en los problemas de las siete eras de la Iglesia, Apocalipsis 2 y 3, y la respuesta siempre es Cristo. “...así dice el que esta en medio de los siete candeleros... El que tiene la espada... así dice el que tiene los siete Espíritus... así dice el Amén... así dice el Santo...”, así dice, así dice. Siempre en los distintos aspectos de Cristo; es un mismo Cristo que en el capítulo uno tiene todas las cosa en Él, pero a Efeso le aplica este lado de Su persona, a Esmirna le aplica este lado, a Pérgamo este, a Tiatira, a Esmirna, a Filadelfia y a Laodicea, a cada uno le responde con algo de Sí mismo; la única respuesta y la suficiente para todo desafío habido y por haber es algo más de Cristo y toda vivificación del Señor. La edificación es eso, edificar es: Un poco más de Cristo. Nunca será otra cosa la verdadera edificación sino un poco más de Cristo. Cristo dándonos salida a este nuevo desafío, y por eso el Padre nos permite diferentes desafíos, a veces complicados; ¿para qué? para dar lugar a Cristo, para que Cristo sea visto; de pronto donde no había salida, hubo una salida y ¿cuál era la salida? Algo más de Cristo. Siempre la salida será un poco más de Cristo.
Esto, habiendo sido hablado a nivel general, a nivel panorámico, sin entrar en los detalles de la mano del Señor, providente de la historia de la Iglesia, eso se podría ver también, si el Espíritu lo dirige, si lo quiere usar de una manera viva, para capacitarnos para hoy, porque la Iglesia tiene todo un deposito, tiene un deposito de municiones, pero que sólo el mismo Espíritu las vivifica. Hay que acudir al Señor, a veces sólo acudimos a la ortodoxia; eso fue lo que pasó con Israel, y Jesús les dijo: “Vosotros escudriñáis las Escrituras, pensando tener en ellas (o sea, en el aspecto externo de la ortodoxia) la vida eterna, pero (¿qué hacen las escrituras?) ellas dan testimonio de mí”. Como si dijera: “Ellas son un camino hacia mí, pero vosotros no queréis venir a mí, para tener vida; vosotros vais a las escrituras, pensando tener vida, pero desde las Escrituras no venís a mí, pero venid a mí; el que en mí cree, de su interior correrá el Espíritu”; pero no hay que ir sólo a la Escritura, hay que ir a Él con la Escritura. Cuando leemos la Escritura, la leemos en oración, no cumpliendo un deber, sino charlando con el Señor, dependiendo, queriendo encontrarlo a Él en cada frase de la Escritura. Que Él sea quien nos ilumine cada versículo, que Él sea quien nos conecte éste con aquél, y entonces así algo más de Él se forma en nosotros, y somos edificados, pero la única verdadera edificación siempre es: Algo más de Cristo; cada desafío que tenemos por delante, es una ocasión a Cristo, y nosotros podremos honrar a Cristo. Si en nuestro desafío personal y colectivo acudimos a Cristo, cada desafío que hacía la Iglesia: “Señor, mira: Se levantaron estos: Herodes y Pilatos... Y: Señor, concede a Tu Iglesia denuedo”. Ya había venido el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y volvió a temblar y volvieron a sentir el Espíritu Santo porque el aspecto económico de la unción del Espíritu es para muchas veces. Él vino a morar una vez para siempre vitalmente en nosotros; al nacer de nuevo, tenemos el Espíritu; ese es el espiritual, habitando en nosotros; pero muchas veces necesitamos también que venga sobre nosotros: para esta vez, para esta vez, para cada vez necesitamos algo más de Él formado en nosotros, y algo más de Él sobre nosotros.
Entonces, hermanos, no entré en detalles, sino solamente en la parte panorámica, pero confío que el Espíritu Santo nos ayudará a tratar de entender la carga de la Palabra, y a aplicarla en un ámbito aun mayor de lo que pudimos conversar.
Oración final
Padre Dios: En el nombre del Señor Jesús, cómo necesitamos honrarte y ser victoriosos en ti, Señor- Ayúdanos porque a veces somos probados en pequeñas cosas, y muchas veces Te hemos entristecido al haber sido derrotados, teniendo a nuestra mano tanta riqueza, y esa derrota se debe porque hemos amado más el pecado y a nosotros mismos que a Ti. Perdónanos, Padre, no te canses de perdonarnos; ayúdanos a levantarnos de nuevo. Ten compasión de cada uno de nosotros. Tú nos hiciste hermanos, familia; glorifica Tu nombre en nuestra vida, que no Te avergoncemos y entristezcamos, sino que Te alegremos; en el nombre del Señor Jesús. Amén.
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