lunes, 3 de enero de 2011

LA NUEVA JERUSALEM

LA NUEVA JERUSALÉN


“9Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo de mostraré la desposada, la esposa del Cordero. 10Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios”. Apo. 21:9-10.

Consideraciones de crítica textual
Vamos al capítulo 21 del libro del Apocalipsis. Hoy estaremos, con la ayuda del Señor, considerando la perícopa correspondiente a La Nueva Jerusalén. Leamos Apocalipsis 21:9 hasta el 22:5, que son los versos que corresponden a esta perícopa de la Nueva Jerusalén. Es una perícopa muy rica, muy profunda. Conversaba con algunos hermanos que verla con detalle nos llevaría, solamente considerar una por una las piedras del cimiento del muro de la Nueva Jerusalén, una reunión por cada piedra. Hoy solamente podemos mirar la perícopa en general para que recibamos del Señor, del Espíritu, de la Palabra, la impresión que Él nos quiera conceder. Vamos entonces a hacer una lectura inicial, como solemos hacerla, para ir leyendo la traducción de Reina-Valera, la versión de 1960 que tenemos la mayoría aquí, y haciendo los ajustes conforme a la crítica textual; es decir, de acuerdo con los manuscritos más antiguos de la Biblia; después volveremos sobre nuestros pasos para hacer la exégesis.

Veamos entonces la parte de la crítica textual. Comienza otra vez el verso 9 con la letra “Y”, que suele a veces faltar en la traducción, pero que le da el sentido de continuidad a la revelación: “9Y vino uno de los siete ángeles que tenían  las siete copas llenas de las siete plagas postreras”; noten que me salté la frase “entonces a mí”; ese es un arreglo del traductor; no está en el texto griego. “9Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven (la palabra “acá” es también suplida por el traductor, no por el apóstol Juan) Ven, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. 10Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto (el monte sí es grande) y me mostró la santa ciudad (o la ciudad santa) de Jerusalén”; el adjetivo “grande” no aparece en los manuscritos más antiguos, solamente en algunos posteriores, que es como un arreglo del escriba. ¿Cómo Babilonia va a ser grande y no lo va ser la Nueva Jerusalén? pero aquí el énfasis es en “santa” y no en grande; lo que dice es: “me mostró la ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, 11teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal. 12Tenía un muro grande y alto, tenía doce puertas”. Observamos que no dice: “con”, sino “tenía un muro grande y alto, tenía doce puertas”; es la misma palabra del principio, “tenía”; “y sobre las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; 13desde (apo es la raíz aquí) oriente tres puertas; desde el norte tres puertas; desde el sur tres puertas (porque se las mostró); desde el occidente tres puertas. 14Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. 15Y el que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16Y la ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales. 17Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel. 18Y el material de su muro era de jaspe; y la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio; (y ahora en el 19, donde aparece la palabra “y” no está en el griego) 19los cimientos del muro de la ciudad toda piedra preciosa. El primer cimiento, jaspe”; esos verbos con que se completa no están en el original. “El primer cimiento, jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia (así aparece en el griego; el traductor tradujo “ágata”, pero el original es calcedonia); el cuarto, esmeralda; 20el quinto, sardónica (es en el original griego; cuando aquí pusieron ónice, en el griego es sardónica); el sexto sardio (aquí dice “cornalina”, en el griego es “sardio); el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. 21Y las doce puertas eran doce perlas (la palabra en el griego es “margaritas”, doce margaritas); cada una de las puertas era una perla”. Así es que el nombre margarita sí está en la Biblia. “Y las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio”.


“22Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. 23Y la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”. Pongan atención al verso 24. “24Y las naciones andarán a la luz de ella”; esa frase “que hubieren sido salvas”, esa es una explicación teológica; no es parte del texto original; solamente el códice 1, que es un códice tardío, que es en el que se  basó la edición de Erasmo para Apocalipsis, en la cual después se basó el Textus Receptus, le agregó esta frase explicativa teológica de un escriba, pero no es parte de los manuscritos antiguos. El texto original dice: “Y las naciones andarán a la luz de ella”; claro que se refiere a las que hubieren sido salvas, pero no es parte del texto; no aparece en los manuscritos anteriores. “24Y las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.

25Y sus puertas nunca serán  cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27Y no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación, y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. 22:1Después (es la misma palabra “kai” que puede traducirse: Y, entonces, o después) me mostró un río de agua limpia”; algunos manuscritos tardíos le añaden la palabra “kátaro”; o sea, limpio o puro, pero son sólo los manuscritos posteriores; los anteriores dicen simplemente: “me mostró un río de agua de vida (lógicamente que si es agua de vida, es limpia), resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. 2En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. 3Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y su siervos le servirán, 4y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5Y no habrá allí más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor iluminará sobre ellos; y reinarán por los siglos de los siglos”. Esta, pues, la perícopa relativa a la Nueva Jerusalén.


Interpretación material y espiritual
Vamos a considerar ahora lo que nos habla, por lo menos inicialmente, esta perícopa. Desde el principio les digo que en la historia de la Iglesia ha habido quienes la interpretan de una manera netamente literal, y otros la interpretan de una manera netamente espiritual. El hermano Watchman Nee la interpreta de las dos maneras. En el libro “Ven Señor Jesús”, en su inicio él la interpretó de una manera bien literal; y luego en su libro “Santa y Sin Mancha”, que se publicó como “La Iglesia Gloriosa”, interpreta  el aspecto espiritual.  Witness Lee interpreta sólo el aspecto espiritual; algunos hermanos la interpretan solamente en el aspecto material. Yo creo que el hermano Watchman Nee tiene razón al interpretarla en los dos sentidos. No podemos dejar de interpretarla de una manera literal puesto que va a haber una resurrección corporal y los cuerpos tienen que estar en un ambiente; entonces éste es el ambiente de la Iglesia resucitada. Si fuésemos sólo espíritu, podríamos interpretarlo sólo espiritualmente; pero la creación que Dios creó es también material; es espiritual y es también material. El ser humano que Dios quiere es espíritu, es alma y es cuerpo, y va a ser glorificado; por lo tanto, tiene un medio que se corresponde con su materialidad glorificada.

Por eso el interpretarla de manera material es correcto, pero lógicamente que sólo material no es suficiente, porque a lo largo de la palabra de Dios vemos que todos los detalles que aparecen en esta Nueva Jerusalén han tenido una explicación también espiritual a lo largo de la Biblia.


El fundamento es Jesucristo
Consideremos, por ejemplo, el contexto de 1 Corintios 3:11-12; lo voy a leer literalmente por causa de los hermanos que no lo recuerdan. Allí el apóstol Pablo nos habla de la siguiente manera por el Espíritu Santo. “11Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. Aquí cuando habla del fundamento, habla de un edificio de Dios; tenemos que aquí el fundamento es Jesucristo. Un edificio con un fundamento representa a la Iglesia con Cristo como fundamento. Entonces aquí el fundamento del edificio es Jesucristo; es algo espiritual. “12Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien el mismo será salvo, aunque así como por fuego”.

Materiales para la edificación
En este contexto nos damos cuenta de cómo el apóstol Pablo utiliza el oro, la plata, las piedras preciosas, la madera, el heno y la hojarasca, como figuras de algo espiritual. Ciertamente, Dios hizo el oro natural, pero el oro natural representa la naturaleza divina; ciertamente, Dios hizo la plata natural, pero la plata natural representa la redención; el siclo de plata con que se pagaba el rescate, era figura del precio de la redención que nos aplicaría Cristo; entonces la plata representa la redención; las piedras preciosas que se forman bajo grandes presiones representan la obra del Espíritu Santo en nuestra vida.

Inicialmente el hombre fue hecho del polvo de la tierra. La Biblia dice que Dios tomó del polvo de la tierra; de hecho, la tierra, el barro, contiene todos los elementos que están en nuestro cuerpo. De hecho muchas personas se curan con cataplasmas de barro. Dios nos hizo inicialmente del barro, pero luego vemos que más adelante los apóstoles son llamados “piedras”; significa que de barro pasamos a ser piedras. Las piedras se forman inicialmente del barro, pero cuando tú tomas piedras comunes como el carbón, y las sometes a presión, pasas de ser carbón a ser “carbunclo”, que es una piedra preciosa; y si la sometes a más presión, llega a ser diamante; o sea que hay un proceso de transformación del barro en piedra  y de piedra en piedra preciosa; es decir que esta sobreedificación de la Iglesia está simbolizada por materiales preciosos.


De hecho, el Señor siempre habló en parábolas; ¿por qué? porque las cosas naturales reflejan misterios de las cosas espirituales. El Apocalipsis comienza..., no se nota tanto en el español, pero si usted nota como ya lo explicamos cuando iniciamos Apocalipsis 1, la palabra que aparece allí en Apocalipsis 1: “1La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a su siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró...”; esa palabra que allí se tradujo “declaró”, cuando tú la lees en el griego, es la declaró con señales; eso significa que todo el Apocalipsis son señales; dice que hubo una gran señal: una mujer para dar a luz un niño; otra señal: el dragón con siete cabezas y  diez cuernos para devorar el niño; otra señal: aquellos ángeles con las tazas; vemos que el Apocalipsis habla en señales. Aun cuando el Señor Jesús hacía milagros, San Juan les llamaba “señales” a esos milagros. “Este principio de señales”; un milagro es un hecho extraordinario, pero una señal quiere decir que ese hecho extraordinario está dando un mensaje; el milagro no es solamente un milagro, el milagro es una señal. Por ejemplo, el Señor convirtió el agua en vino; el Señor le abrió los ojos al ciego; eso lo hizo literalmente, pero Él lo puede hacer espiritualmente. Él hizo caminar a Pedro sobre las aguas, pero eso puede tener, aunque fue histórico, exterior y literal, un sentido espiritual.


De manera que cuando leemos lo de la Nueva Jerusalén que estamos ahora considerando, debemos tener en cuenta los dos aspectos: un aspecto exterior, real, ¿por qué? porque la creación entera, la material, es buena y el hombre fue hecho en gran manera bueno; después de la caída vino la redención y ahora con mucha más razón, el hombre va a ser espíritu, alma y cuerpo glorificado y necesita un medio literal para su estado de criatura material; pero el hombre no es solamente material, sino que es también espiritual; de manera que las cosas espirituales están representadas simbólicamente por las materiales; es decir, el oro, esta clase de oro; claro que Dios puede hacer una clase de oro transparente como el cristal, pero ¿qué representa ese oro y esa calle? El oro representa la naturaleza divina; ese camino representa a Cristo, que es el camino de Dios; Él es el camino, y la verdad, y la vida; entonces cuando leemos estos pasajes, debemos leerlos en los dos sentidos, como algo literal, porque es una promesa literal con la cual Dios se ha comprometido, y con una realidad espiritual. No estamos negando la espiritualidad, que es lo más importante de esta Nueva Jerusalén, pero lógicamente que esa plenitud de espiritualidad, de comunión de Dios con Su pueblo, está expresada también en el medio; eso significa que concuerda la realidad interior con la realidad exterior; entonces lo interpreto en un doble sentido.


Enfatizando el contraste
Volvamos entonces a Apocalipsis 21:9, que es el primer versículo de esta perícopa de la Nueva Jerusalén. Miren quién viene, miren a quién escogió Dios; esto señala algo: “9Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero”. El mismo que le había mostrado la gran ramera, es el que Dios escoge para que le muestre la Nueva Jerusalén; es como si Dios estuviera enfatizando el contraste; el contraste de la gran ramera con el de la Nueva Jerusalén. Notemos cómo la gran ramera, Babilonia, fue mencionada rápidamente allá en el capítulo 14, cuando dice: 8Ha caído, ha caído Babilonia...”; y se le menciona de una manera rápida sin entrar en detalles; luego por segunda vez, en el capítulo 16, en la séptima plaga, dice que Babilonia vino a la memoria de Dios; se menciona por segunda vez Babilonia; pero recién en la tercera mención se le describe en los capítulos 17, 18 y los primeros cuatro versos del 19; es descrita por este ángel, uno de los siete que tenía las copas, el séptimo, que es el que habló del juicio sobre Babilonia; él describe a Babilonia y su juicio; es la tercera mención de Babilonia.

Lo mismo sucede con la esposa; la esposa, la Nueva Jerusalén, la ciudad de Dios, es mencionada por primera vez en el mensaje a Filadelfia. El Señor le dice a los vencedores de Filadelfia que pondrá sobre ellos el nombre de Su Dios y el nombre de la ciudad de Su Dios, la Nueva Jerusalén que desciende del cielo de Dios; allí es la primera mención de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis; luego, en la perícopa anterior, la que veíamos el viernes pasado, que está en Apocalipsis 21:1-8, allí se ve a la ciudad santa, la Nueva Jerusalén,  descender del cielo como una esposa ataviada para su marido; esa es la segunda mención de la Nueva Jerusalén. Pero ahora, cuando viene el ángel, así como vino ya para declarar con detalles cual es esa Nueva Jerusalén, así como vino la tercera vez a aclarar las dos menciones anteriores de Babilonia, así también viene aquí, después de las dos menciones de la Nueva Jerusalén, en la tercera mención viene el mismo ángel que mostró la Babilonia y le describe la Nueva Jerusalén.


La ciudad
Estos detalles nos muestran que Dios está enfatizando el contraste. Ustedes vieron el contraste en la perícopa anterior: la Nueva Jerusalén y el lago de fuego; ahora describió la gran ramera, y ahora va a describir la esposa del Cordero. Comienza a describirla, y dice: “10Y me llevó en el Espíritu”; noten desde dónde se ve a la Nueva Jerusalén y desde dónde se ve a Babilonia. Para ver a Babilonia hay que estar en el desierto; eso es estar lejos de Dios; los que están lejos de Dios son los que están metidos con Babilonia; pero los que quieren ver la ciudad de Dios, aquella cuyo fundamento y cuyo arquitecto y cuyo constructor es Dios, tienen que subir a un monte alto. Depende de lo que vayas a ver, allí en ese medio vas a estar. Para ver a Babilonia lo tuvo que llevar al desierto, pero para mostrarle a la Jerusalén de Dios tiene que llevarlo a un monte grande y muy alto; grande y alto; realmente este monte que vamos a ver de la Nueva Jerusalén aquí, es muy altísimo, 534 kilómetros de altura. El Everest tiene 9 kilómetros más o menos redondeando; entonces imagínense la altura de esta ciudad; es una cosa inmensa; vamos a llegar allí a las medidas; “y me mostró la ciudad santa de Jerusalén (la otra vez, en el desierto, se decía de Babilonia: guarida de todo espíritu inmundo, ave inmunda y aborrecible; en cambio, ésta es santa, y por eso tiene un muro, un muro que hace diferencia entre los que están adentro y los que están afuera), que descendía del cielo, de Dios”. Ahora quien desciende es la Nueva Jerusalén. Primero vino el Señor y ascendió y esperamos la venida del Señor; pero ahora cuando ya haya venido el Señor, y recogido a la Iglesia, ahora es la Nueva Jerusalén la que desciende del cielo, de Dios; ahí está Dios, ahí está el Cordero y ahí está la esposa del Cordero; son los que ahora descienden a la nueva tierra.

La gloria de Dios en la ciudad
Y lo tremendo es la primera frase del verso 11: Diáfana. Estos versos que nos muestran el objetivo final de Dios, el propósito eterno de Dios, muestran cómo Dios quiere dispensarse a Su pueblo, ser contenido por Su pueblo, ser expresado por Su pueblo, y que Su gloria, la del mismo Dios, aparezca a través de Su pueblo. Antes la gloria de Dios estaba sólo en Dios y en el Cordero; el Verbo de Dios es llamado en Hebreos 1:3 el resplandor de la gloria de Dios; pero nótese que Jesús dijo: la gloria que me diste, yo les he dado; ¿cuál fue la gloria que el Padre le dio al Hijo? Su propia gloria; el resplandor de la gloria de Dios es el Hijo; ahora Él dice: “la gloria que me diste, yo les he dado”. Lo que Dios está trabajando en nosotros es Su gloria; Él se está formando en nosotros para que cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, nosotros seamos manifestados en Él, seamos semejantes a Él y expresemos con Él la gloria de Dios.

Ahora, cuando vemos allí la consumación de todo el trabajo de Dios, desde Génesis a lo largo de toda la historia, hasta llegar al cielo nuevo, la tierra nueva y la Nueva Jerusalén, aparece la gloria de Dios, no solamente en Dios, y no solamente en el Hijo de Dios, sino en la esposa del Cordero que “descendía del cielo, de Dios, 11teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima”; en este caso, no era precisamente la piedra de jaspe; el jaspe aparece en el muro, pero aquí menciona la palabra “semejante”; aquí está hablando de una piedra preciosa que es el jaspe, y tenemos que tener en cuenta, cuando veamos estas piedras ahora más adelante, y si Dios permite, después tenemos que ver que algunas de estas piedras hoy parecen tener otro nombre. Cuando el apóstol Juan escribió, las piedras eran llamadas con un determinado nombre; esos nombres quedaron en la mente de la gente, y después, alguien conoció una piedra, alguien posterior, y le puso el nombre a otra piedra.


Plinio el viejo y las piedras preciosas de Apocalipsis
Nosotros debemos estudiar esto, según era el nombre de las piedras en la época de Juan. Gracias a Dios que existe una obra de Plinio el viejo, uno de los escritores clásicos latinos, un hombre contemporáneo a la época de los apóstoles; él nació en el año 23 o comienzos del 24 y murió en el año 79, cuando la explosión del volcán Vesubio que destruyó Pompeya y Herculano; ahí murió Plinio el viejo. Hay Plinio el viejo, y su sobrino Plinio el joven, que él adoptó como hijo, que son escritores antiguos. Plinio el viejo fue uno de los sabios de la antigüedad como lo fue Salomón. De Salomón se dice que él disertó sobre las aves, sobre las plantas, desde el hisopo hasta el cedro del Líbano, y sobre los animales; lo mismo hizo Plinio; él escribió una obra en 37 volúmenes que se llamó “Historia Natural”, una especie de enciclopedia; en esa enciclopedia, los dos últimos libros: el 36 y el 37, él los refiere a los minerales; porque él habló del cosmos, de la creación, habló del hombre, habló de los animales, habló de las plantas, y en los últimos libros, en el 36 y el 37, él habla de los minerales; en el 36 habla del mármol y de otras piedras, pero en el 37 habla de las piedras preciosas; él describe una por una las piedras preciosas, no solamente estas que aparecen aquí en Apocalipsis, sino muchas otras; entonces en la descripción que aparece de las piedras preciosas en el libro 37 de la “Historia Natural” de Plinio el viejo, describe las piedras preciosas como estas se llamaban en la época del apóstol Juan, porque Juan y Plinio son contemporáneos; entonces, cuando nosotros leemos de las piedras preciosas en Plinio, vemos que la descripción que él hace de una por una de las piedras, que lo hace de una manera muy magistral, vemos cómo eran aquellas piedras en el tiempo de Juan y qué nombre se les daba en ese tiempo; algunas han pasado con el mismo nombre hasta hoy, pero hay otras a las que han cambiado el nombre. Por eso  aquí en la traducción vemos cómo el traductor cambió calcedonia por ágata, cambió sardónica por ónice, cambió sardio por cornalina, quizá tratando de decir, bueno, lo  que Juan quería decir antes, hoy se dice así, ¿ven?

Es útil leer a Plinio para conocer cuáles eran esas piedras, qué características, qué propiedades tiene cada piedra, porque esas piedras se relacionan con los apóstoles, con el trabajo de Dios en ellos. Las piedras preciosas de la Nueva Jerusalén se relacionan también con las tribus israelitas; algunas las tenía el diablo, no todas, algunas sí, que quiere decir que al diablo le hayan sido despojadas y ahora aparezcan con los nombres de los apóstoles; por eso les dije que si fuéramos a considerar piedra por piedra, necesitaríamos para cada piedra una reunión. Hoy estamos viendo el concepto básico general.


El fulgor de la ciudad
Entonces aquí aparece en el verso 11: “su fulgor (el de la Nueva Jerusalén) era semejante al de una piedra preciosísima”. Hoy, el llamado jaspe es una piedra preciosa, pero no una piedra preciosísima. Hay otras que valen más; lo que hoy es llamado jaspe, yo lo he estudiado en estos días; he tenido que estudiar mineralogía, y he visto las fotografías de lo que es el jaspe hoy, y quizá pareciera diferente a lo que era el jaspe antiguamente, porque el jaspe que aparece aquí es transparente, brillante, en cambio a lo que hoy le llaman jaspe es una piedra muy bonita, pero es opaca, no es transparente; aquí en Apocalipsis este jaspe es según lo que era en el tiempo de Juan.  Ahora, algunos han querido decir, entre ellos, Christian Chen, que tiene un libro llamado “Piedras Preciosas”, que a lo que antiguamente se le llamaba jaspe era al diamante; yo quise comprobar si esto era cierto, pero Plinio describe el diamante, luego describe el jaspe de Egipto y luego describe el jaspe y las variedades de jaspe; y en el tiempo de Plinio, que era del mismo tiempo de Juan, el diamante y el jaspe no eran lo mismo; él habla del diamante, él habla del jaspe de Egipto y del jaspe en sus variedades y hace diferencia entre el jaspe y el diamante; por lo tanto, yo no me atrevo a decir que sea diamante en el cien por ciento, pero algunos interpretan que a lo que antes se le decía jaspe es a lo que hoy se le dice diamante, pero leyendo a Plinio del tiempo de Juan, no se puede eso confirmar; de todas maneras tiene que ser como se dice aquí, no sólo una piedra preciosa, sino preciosísima.

En Apocalipsis capítulo 4, el allí sentado era semejante a piedra de jaspe y de sardio, que lo traducen también cornalina, es el mismo Dios. Leamos Apocalipsis 4:2-3: “2Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado”. Éste es Dios. “3Y el aspecto (no Él, el aspecto; es decir, Juan trataba de encontrar como qué, y él conocía las piedras preciosas de su época) del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina”; el griego dice: sardio, o sea que al sardio se le llama también cornalina. Cuando tú ves las piedras del Sumo Sacerdote, la primera y la última piedra, eran justamente, jaspe y sardio; la piedra de Rubén y la piedra de Benjamín, la primera y la última, mostrando que Dios es el primero y el último, semejante a piedra de jaspe y de sardio, que aquí se traduce cornalina; “y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda”.


La ciudad como piedra de jaspe
Ahora vemos que ese aspecto de jaspe, no el material de jaspe, es un lenguaje de Juan para tratar de explicar ese resplandor, del jaspe que él conocía de la época de él, que era transparente; entonces él dice que la Nueva Jerusalén tenía la gloria de Dios. “11Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”; quiere decir que si fuese el mismo jaspe de hoy sufrió una transformación que la hizo cristalina. Hermanos, esto es precioso; esa figura habla tanto, como se dice que una figura habla más que muchas palabras; aparece aquí el aspecto de Dios mismo como jaspe, y ahora quien aparece con ese aspecto es la Nueva Jerusalén, teniendo la gloria de Dios; su fulgor como jaspe; al que vio en el trono, lo ve ahora en la Nueva Jerusalén. Esto es inmenso, esto es lo que Dios está buscando. “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza y señoree”; aquí en la Nueva Jerusalén vemos la concreción definitiva de ese plan de Dios, ahí vemos a la esposa que está formada por seres humanos, la Nueva Jerusalén, la esposa del Cordero, semejante a una piedra preciosísima, su fulgor semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, teniendo la gloria de Dios.

Una ciudad transparente
Hermanos, el llamamiento altísimo, que se llama el supremo llamamiento, está expresado aquí con esta figura de una manera preciosa; pero dice algo más: “diáfana como el cristal”. ¿Qué es algo diáfano? Es algo transparente. Hermanos, toda la esposa es transparente; ¿qué quiere decir transparente? Que no está escondiendo nada, que se muestra como es, que no está distorsionando al Señor; prácticamente ella ha desaparecido, la gloria de Dios puede pasar a través de ella y no ser distorsionada. Nosotros los creyentes hoy tenemos al Señor, pero lo tenemos encubierto con lo que nosotros somos, lo tenemos velado; quiere decir que no somos transparentes. El Señor tiene que tratar con nosotros, someternos a presión como se somete a presión el carbón para que se vuelva diamante; y así también nosotros tenemos que ser tratados, sometidos a presión. ¿Cuál es el objetivo de la presión? Hacernos transparentes; nosotros somos hipócritas, nosotros escondemos cosas; entonces Dios tiene que someternos a presión; a veces somos avergonzados, a veces nos desbarata todos nuestros escondederos; ¿para qué? para enseñarnos a ser transparentes, enseñarnos a deponer todas nuestras justificaciones, todos nuestros escondites, todas nuestras vergüenzas y llegar a ser como Adán y Eva que estaban desnudos y no se avergonzaban porque ni se daban cuenta; estaban tan pendientes de Dios.

Asimismo ella llegará a ser diáfana; que el Señor pueda pasar a través de nosotros y nosotros no lo distorsionemos; pero hoy en día no somos diáfanos, hoy en día le añadimos a las cosas de Dios nuestros intereses particulares; a veces usamos las cosas de Dios para nuestros intereses particulares; entonces ¿qué tiene que hacer Dios? Tiene que someternos a presión, y a veces a altísima presión, para poder ser hechos diáfanos, transparentes, cristalinos, que no estemos distorsionando nada, ocultando nada, sino que seamos personas totalmente claras. Señor, es mucho lo que dice esta figura: diáfana como el cristal. Esto no es sólo una cosa material; está hablando de algo espiritual, aunque puede ser material, glorificado, está hablando mucho más que esto. Esto material representa la realidad espiritual, la transparencia. Hermanos, mientras más transparencia haya entre nosotros, más cerca estamos de la Nueva Jerusalén; mientras menos transparencia, mientras menos sinceridad, claridad, simplicidad, más lejos estamos. Más cerca, más transparencia; menos transparencia, más lejos; menos transparencia requiere más presión; hay que entender por qué estamos bajo presión, para hacernos transparentes. ¿Amén, hermanos?


Un muro de separación
Ahora, después de hablar de la transparencia, habla del muro; la ciudad tiene muro; es decir, en ese tiempo no va a estar el diablo, no van a estar los pecadores, no va a haber pecado ni muerte; los pecadores con el diablo y sus ángeles estarán en el lago de fuego; pero ¿por qué tiene muro la ciudad? Porque una cosa es la Nueva Jerusalén y otra cosa es las naciones que están afuera. El muro es la separación de lo que aquí dice, de toda cosa inmunda, aborrecible, abominable. Hoy en día, si nosotros estamos metidos en cosas abominables, estamos con el muro desbaratado, como en el tiempo de Nehemías; llegó y el muro estaba derruido, la maleza estaba dentro de la ciudad, el acceso al pozo de agua era inaccesible, no había acceso; ¿por qué? porque la maleza entró en el muro; él no podía ir a beber agua porque había maleza; en cambio, la maleza sí podía entrar a la ciudad porque no había muro. Entonces lo que el Señor está haciendo con nosotros, es haciéndonos transparentes, haciéndonos puros, separados de lo que Dios abomina, de lo que es abominable a Dios. Ahora, hay cosas que son abominables a Dios que todavía no son abominables a nosotros, que todavía nos gustan a nosotros, porque lo que el hombre natural tiene por grande para Dios es abominable. Hermanos, si queremos estar aquí en la Nueva Jerusalén, tenemos que ser diáfanos, transparentes, cristalinos, separados de toda cosa común, inmunda, abominable a los ojos de Dios. ¡Ayúdanos, Señor! El que sea puro, purifíquese más; el que sea santo, santifíquese más.

Doce puertas en su muro
“12Y tenía un muro grande y alto (eso es para que no se cuele quien no debe); tenía doce puertas”; ahora sí la cosa se vuelve curiosa; antes la puerta era una sola, la puerta era el Señor Jesús; antes la luz era una sola, era el Señor Jesús: “Yo soy la luz del mundo”; pero luego el Señor dice: “Vosotros sois la luz”; entonces aquí vemos lo que el Señor es, siendo formado en la Iglesia. Ahora, el número doce aparece aquí como el número de máxima consumación. En la era de la Iglesia solamente una suma: 3 + 4 = 7; número 3, de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en 3; el número 4 es el número de la creación, 3 + 4 = 7. Al principio es Dios en el hombre; ahora nosotros somos la Iglesia, somos la creación, Dios está en nosotros, 3 + 4, las siete iglesias, el número siete; pero en la Nueva Jerusalén ya no aparece el 3 + 4, sino el 3 x 4. Ser añadido es una cosa, pero ser trasfundido es otra cosa, 3 x 4 = 12; y aparece el orden del Antiguo Testamento y el orden del Nuevo Testamento en el 12; los 12 hijos de Israel. ¿Qué quiere decir esto? ahí está todo el trabajo del Padre con Abraham, con Isaac y con Jacob, haciéndolo Israel, convirtiéndolo en pueblo; en estos doce nombres está incluido todo el pueblo del Antiguo Testamento; y en estos doce nombres de los apóstoles está incluido todo el pueblo del Nuevo Testamento. Significa que en la Nueva Jerusalén estará todo el pueblo del Antiguo y del Nuevo Testamento que está en Dios, que está en Cristo, que fue vencedor, vencedor de vencedores; hay que ser vencedor para la Nueva Jerusalén; pero vemos que fue para el Milenio y también para la Nueva Jerusalén en otro sentido.

Dios está haciendo puertas de nosotros
Entonces, hermanos, aquí aparecen los doce nombres; aquí está abarcando al pueblo de Dios en general, doce puertas. Hermanos, puertas. Saben que a la amada se le dice que si fuere muro, será edificada sobre ella un palacio, pero que si fuere puerta tiene que ser guarnecida con tablas de cedro. ¿Se acuerdan en Cantar de los Cantares? dice la novia de su hermanita: “8Tenemos una pequeña hermana, que no tiene pechos (es muy niña todavía); ¿qué haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare? 9Si ella fuere muro (es decir, si ella se separa del mundo), edificaremos sobre él una palacio de plata; si fuere puerta (es decir, si ella se entrega a cualquiera), la guarneceremos con tablas de cedro”; cerrar la puerta y clavarle tablas, si ella fuere puerta. Ahora aparecen aquí doce puertas. Dios está haciéndonos a la Iglesia puerta en la Nueva Jerusalén. Nótese que la palabra puerta que se aplica a Cristo, cuando Jacob tuvo el sueño se aplicó también a Betel, porque es que Jesús es la primera piedra de Betel.

¿Qué era Betel? Casa de Dios y puerta del cielo. El Señor es la puerta, pero ahora nosotros también somos puertas. Recuérdese que el portón en el templo tenía una especie de umbral, y ese umbral tenía cinco columnas; significa que antes de llegar a la puerta, tenía que pasar por las cinco columnas; es decir, por el ministerio; las cinco columnas del umbral representan el ministerio que nos habla de Cristo, el cual es la puerta. Ahora vemos a Cristo allá en el trono, pero vemos doce puertas y nadie puede entrar ni salir, sino el que esté en el libro de la vida, y nada que sea inmundo, etc.; Dios está haciéndonos también puertas. Como Su Hijo es puerta, nos está haciendo puertas para saber a qué le abrimos y a qué le cerramos; a veces abrimos cuando tenemos que cerrar y cerramos cuando tenemos que abrir; todavía no somos de perla, somos de madera podrida; pero ¿saben como se forma la  perla? La perla se forma en la ostra cuando viene una arenita o una espinita; cuando esa espinita hiere a la ostra, entonces la ostra empieza a segregar una especie de jugo para cubrir aquella espinita, aquella arenita, y forma la perla. Es lo que el Señor hace con nosotros; Él viene y nos hiere en el ego, con la cruz, y cuando el viejo hombre muere, el nuevo nace; el nuevo hombre es la perla que cubre; y ahora estas perlas son margaritas; así se les llama a las perlas en el griego: margaritas; son margaritas. La palabra margarita en la Biblia no es una flor, sino que es la perla. ¿Cómo se forma? Heridos en lo íntimo, para acelerar lo nuevo y formar la perla.


Sigue diciendo el verso 12: “y en las puertas, doce ángeles”; noten, casi se le olvidó a Juan decir de los veinticuatro ancianos, no volvió a mencionar a los seres vivientes, no volvió a mencionar querubines, serafines, ni millares de ángeles, sólo doce ángeles son mencionados en la Nueva Jerusalén, los demás ni se mencionan; la atención está en Dios, el Cordero y la Nueva Jerusalén; ahí está Dios; en la puerta, es decir, como porteros, como servidores, aparecen doce ángeles.

Ahora, a nosotros nos llama la atención los ángeles en esta época. ¡Uy! los ángeles; hay muchos libros sobre los ángeles, “Contacte con su ángel”, novelas de ángeles; pero en la Nueva Jerusalén casi ni se mencionan los ángeles; claro que deben estar también, por lo menos aquí se mencionan doce, en las puertas, pero son los únicos que aparecen; no se volvió a hablar de lo otro; no es que no exista, sino que lo importante es ahora otra cosa; es decir, los ángeles no son el fin; por eso no aparecen casi al fin; el fin es el Señor.


La distribución de las puertas
Y dice: “y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; 13desde el oriente tres puertas; desde el norte tres puertas; desde el sur tres puertas; y desde el occidente tres puertas”; total, doce puertas. En el libro de Números se organizaba el ejército alrededor del tabernáculo y se ponían tres tribus al norte, tres tribus al sur, tres tribus al oriente y tres tribus al occidente; ahí ya Dios estaba tipificando la Nueva Jerusalén al organizar Su ejército alrededor de Su casa; tres tribus en cada lado; pero ¿por dónde comienza? Nosotros casi siempre empezamos por el norte, pero el Señor comienza por el oriente y termina por el occidente, porque el sol viene del oriente y se pone en el occidente. La puerta de entrada es el oriente; el Lugar Santísimo estaba en el occidente; entonces el primero en ser mencionado aquí es el oriente.

Podemos saber cuáles son estas tres puertas, comparando la distribución que aparece alrededor del tabernáculo en el libro de Números, y luego comparándola también como aparecen en Ezequiel. Entonces luego dice acá: “al norte tres puertas”; porque ¿qué estaba al oriente? La entrada, el altar de bronce; ¿qué estaba al norte? La mesa de los panes de la proposición; ¿qué estaba al sur? El candelero; ¿qué estaba al occidente? El arca. Se menciona en ese orden: oriente, norte, sur y occidente; las cosas terminan en occidente.


“14Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero”. Hermanos, ¡cuánta cosa hay ahí! No sé si tengamos tiempo de decirlo todo, pero es muy importante que aquí aparecen doce cimientos. Un primer cimiento; sobre ese cimiento, un segundo cimiento, porque si no fuera sobre, no podría ser segundo; todos serían primero, pero cuando dice: primero, es porque uno era el primero. Sobre el primero, que era jaspe, descansaba el segundo, que era zafiro; sobre el segundo, que era zafiro descansaba el tercero, que era calcedonia; sobre ese descansaba el cuarto.


Las piedras de los cimientos
Noten cómo en la Nueva Jerusalén no existe el individualismo ni existe la rebelión, sino que hay un conformar juntos ese arco iris que se forma con los colores de estas piedras. La primera piedra era el jaspe, hoy es bermeja, transparente; la segunda piedra, que se llama zafiro, algunos piensan que era lapislázuli; es una especie de azul; la tercera piedra, que se llama calcedonia, que se le llama también ágata, tiene azul; la cuarta, esmeralda, es verde; la quinta, que es la sardónica, y la sexta, que es el sardio, son dos tipos de rojos diferentes; la séptima, que es el crisólito, por eso se llama crisólito, o sea, piedra de oro, es de color dorado; la octava, que es el berilo, es una especie de verde tipo aguamarina; la novena, el topacio, es como amarillo; luego la décima, que es el crisopraso, como lo dice el nombre, “criso” y “praso” es un verde dorado; y el jacinto y la amatista son púrpuras diferentes, son morados o púrpuras diferentes; es decir, ustedes ven  los diferentes colores del arco iris formándolo juntos, brillando con la gloria de Dios, ese arco iris aparece allí en ese fundamento.

El orden de los apóstoles
Pero miren una cosa: Si usted compara las veces en que el Señor inspiró que los evangelistas hicieran la lista de los apóstoles, cuatro veces aparece la lista de los apóstoles en la Biblia; todas las cuatro veces empieza con Pedro; si usted compara el orden, no es un orden cualquiera; no es que usted puede poner a Andrés primero, a Juan de décimo, a Jacobo de segundo, no; si usted compara las cuatro listas, son casi siempre iguales; a veces, cuando habla de dos en dos, aparece Juan de segundo y Jacobo de tercero; pero realmente era primero Pedro, después Jacobo, después Juan, después Andrés, después Felipe, después Natanael Bartolomé, después Mateo, después Tomás; siempre aparece ese orden, excepto en Mateo; en las otras tres listas siempre aparece primero Mateo, después Tomás; solamente cuando escribe Mateo, que era el que andaba con Tomás, Mateo dice: “ Mateo el publicano”; ninguno más le llamaba publicano a él, pero él se seguía llamando Mateo el publicano, y se pone después de Tomás; es por la humildad de Mateo que puso primero a Tomás, pero en todas las listas aparece Mateo, después Tomás, después Jacobo hijo de Alfeo, después aparecen Judas Tadeo, Simón el cananita y después el que reemplazó a Judas Iscariote que fue Matías. Aparece un orden de autoridad.

Hermano, lea el Nuevo Testamento; usted ve que primero aparece Pedro; en los doce primeros capítulos de Hechos de los Apóstoles está allí Pedro; luego aparece también Pedro con Juan, pero el que aparece más es Pedro; Pedro era el pescador, Pedro era el que evangelizaba, el que juntaba multitudes; sobre el trabajo de Pedro viene Pablo, que era el hacedor de tiendas, el que edificaba; pero ¿cómo va a edificar sin pescados? Uno es pescador, el otro es constructor; Juan es el remendador, el restaurador. Si tú ves el orden del ministerio, aparece primero el ministerio de Pedro sobresaliente; después le toca el turno a Pablo, pero Pablo trabaja sobre la base de Pedro; de hecho tuvo que ir primero a hablar con Pedro, Jacobo y Juan para no correr en vano; después, sobre ellos, está el trabajo de los otros; después se muere Pablo. Antes de morir, Pablo dijo: “Me abandonaron todos los que están en Asia”, y se murió; entonces ¿quién se quedó en Asia? Juan, el remendador, haciendo un trabajo encima de lo que había hecho Pablo.


Ministerio corporativo
Usted no ve individualismo aquí en estas piedras; usted ve a todas ellas formando un arco iris armónico, y uno trabajando sobre el trabajo del otro; aquí hay un primer cimiento, y sobre ese un segundo, y un tercero; no son todos primeros, ni todos segundos, ni todos terceros; uno es primero, sobre ese descansa otro; sobre el trabajo del otro viene el del otro; nosotros trabajamos sobre los hombros de los que vinieron antes, y sobre los hombros nuestros trabajarán los que vienen detrás; eso es trabajar en equipo, no aislados, no; entonces uno descansando en el otro; los otros siendo los hombros para los otros, y los otros viniendo desde éstos, avanzando más; todos, todos juntos son el fundamento del muro; el fundamento del muro de la ciudad. Entonces, hermanos, aquí hay mucho que aprender en esta disposición.

“14Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos”;  ninguno solo puede ser cimiento suficiente; el cimiento es corporativo; ninguno solo hace todo; tenemos que trabajar sobre los hombros de otros, y tenemos que dejar que otros trabajen sobre lo que nosotros hemos trabajado. Nosotros queremos empezar y terminar y poner punto final; no es posible: nosotros no podemos trabajar sino en base de lo que otros han trabajado hasta aquí; y sobre nuestro trabajo otros trabajarán encima; no sólo nosotros. Entonces dice: “Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos”; el número apostólico, el número de la comunión apostólica; sólo sobre eso se puede edificar; si no,  no estaríamos edificando la ciudad, sino sectas ministeriales particulares. Dios nos guarde. “Y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero”. En Efesios se les llama claramente edificados: “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas”; aquí ya no aparecen profetas, solamente apóstoles.


Y ahora dice en el verso 15: “Y el que hablaba conmigo tenía una caña de medir”. ¡Qué interesante! Significa que la edificación de Dios tiene que ser según las medidas de Dios. A veces, si Dios nos mide con Su medida, estamos cortos; tenemos que trabajar según el plano y la medida de Dios y no según nuestra propia medida; a veces nosotros pasamos por alto el gobierno de Dios, el arreglo administrativo de Dios, saltamos los límites, no respetamos la administración de Dios; es decir, no seguimos la medida de Dios, ni el modelo de Dios; la casa hay que hacerla según el modelo, y para medirla hay una medida que es de oro, es de Dios, pero luego llega a ser la del hombre. Antes la medida del ángel era una y la del hombre era otra; pero al final dice: “de medida de hombre, la cual es de ángel”;  y la de ángel era de oro, era de Dios; significa que al final el hombre se ajusta a la medida de Dios en la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén nos ajustaremos a la medida de Dios; si estamos yendo hacia la Nueva Jerusalén, estamos en el camino siendo ajustados a las medidas de Dios; nuestras medidas particulares son desbaratadas, y somos ajustados a la medida de Dios. Y dice así: “de oro (pues es de Dios), para medir la ciudad, sus puertas y su muro”. Antes había que medir el patio de afuera para juicio; pero ahora se mide la ciudad, ya no para juicio; se mide el muro y se miden las puertas.


El perímetro de la ciudad
“16Y la ciudad se halla establecida en cuadro”; un cuadrado; la base, el perímetro  de abajo es un cuadrado; el perímetro; perímetro quiere decir a lo largo y a lo ancho; por eso dice “cuadro”; no dice cubo, sino cuadro; cuando dice cuadro se está refiriendo al perímetro. “16Y la ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura”; cuando habla de cuadro no menciona la altura porque se refiere al perímetro; esto hay que entenderlo bien para no aplicar mal las medidas. Cuando habla de altura ya no dice cuadro; pero cuando está hablando del perímetro, o sea, el largo y el ancho, dice cuadro.

“Y la ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura (no está midiendo todavía la altura, sólo el perímetro); y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios”; un estadio, dice aquí al final de las medidas que es más o menos cuatrocientos codos. Un codo es desde el codo hasta la punta del dedo más largo. En la Biblia aparecen dos clases de codos; los codos en los tiempos de Moisés, que eran más o menos de 45 centímetros, y los codos que aparecen en Ezequiel, que eran con una medida babilónica de 52 centímetros. Aquí no está diciendo si era el codo de Moisés o el codo de Ezequiel; de todas maneras, él habla de codos. Un codo son más o menos 45 o 52 centímetros; si se toma con 45 centímetros, doce mil estadios significa lo siguiente: 2160 kilómetros el perímetro; significa que los doce mil estadios es el perímetro de la ciudad; el largo y el ancho, el cuadro, son doce mil estadios; es decir, tres mil estadios por cada lado; el perímetro son doce mil estadios.


Si tú haces la transferencia a metros o a kilómetros, el perímetro son 2160 kilómetros; quiere decir, 2160 kilómetros, dividido por dos, son 1080 kilómetros; dividido por dos, 540; cada lado de la ciudad, cada costado, tendrá 540 kilómetros; y la altura 540 kilómetros; 540 de largo, 540 de ancho y 540 de alto, porque la longitud, la anchura y la altura son iguales. Hermanos, es una ciudad inmensa. Solamente hay dos figuras en la geometría espacial que tienen el mismo largo, ancho y alto, que son el cubo y la pirámide; el cubo aparece en el Lugar Santísimo.


Las medidas del Lugar Santísimo del templo
Veamos lo del Lugar Santísimo en 1 Reyes 6:22, donde se describe el templo: “22Cubrió, pues, de oro toda la casa de arriba abajo, y asimismo cubrió de oro todo el altar que estaba frente al lugar santísimo”. Y dice el versículo 20: “El lugar santísimo estaba en la parte de adentro, el cual tenía veinte codos de largo, veinte de ancho, y veinte de altura”; vemos que la anchura, la altura y la longitud eran iguales en el lugar santísimo; el lugar santísimo era el cubo. ¿Por qué el cubo o la pirámide? Ahora también la Nueva Jerusalén es una pirámide, porque está sobre un monte; porque Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo; las tres medidas son iguales; ahí está reflejada la Trinidad, y no sólo la Trinidad, sino la Trinidad dentro de la casa de Dios; o sea, el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en el lugar santísimo; el cubo representa a Dios en su casa en plenitud. Las dos figuras de geometría espacial que tienen igual largo, ancho y alto, son el cubo que aparece en el lugar santísimo, y la pirámide; la verdadera pirámide; no la que el diablo se está copiando ahora con los iluminati, la que se copió, no; la original pirámide es esta Nueva Jerusalén.

Vamos a ver que es una pirámide y no un cubo, porque el río desciende por la calle, y es una sola calle; vamos a ver eso. Entonces ya vimos aquí las medidas; el verso 16 nos muestra las medidas de la ciudad: 540 kilómetros de largo, 540 de ancho, 540 de alto; la pirámide, las tres medidas, Dios unido con el hombre, la Nueva Jerusalén, Dios y la esposa siendo uno, ella teniendo Su gloria y Él en ella completo.


“17Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos (aquí es donde llegamos a los codos que adelanté), de medida de hombre, la cual es de ángel”. El muro, no la ciudad, el muro tiene 144 codos; son alrededor de 64 metros, o  60 metros; unos le ponen 64 metros, otros 60 metros; número de hombre, ¿por qué? porque la Nueva Jerusalén está hecha con hombres. “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Es 144, doce por doce; aparece 12 por todas partes, el número de consumación: 12 x 12 = 144.


“18El material de su muro (aquí también aparece el muro) era de jaspe, y la ciudad de oro puro, semejante al vidrio limpio”. Hoy el oro no es como vidrio limpio, pero aquel oro será como el vidrio limpio; se refiere a la naturaleza divina; toda la ciudad, toda de arriba abajo, es de oro puro, transparente como vidrio. ¿A qué se refiere? A la naturaleza divina; no habrá aquí nada meramente humano; todo lo humano viejo se queda afuera. Claro, el hombre estará, pero nuevo; glorificado en el Señor.


“19Y los cimientos del muro de la ciudad toda piedra preciosa. El primer cimiento (dice el primero; aquí, cuando habla, vemos el orden de delegación de autoridad; nos damos cuenta de cómo Pedro tenía autoridad; después venían Jacobo, Juan, y los otros. Siempre aparece un orden) era jaspe”. El jaspe aparece en la expresión de la ciudad, en el muro y en el  primer cimiento; para empezar y para terminar, semejante a Dios. El jaspe aparece por primera vez en el trono de Dios; luego en la Nueva Jerusalén, en el muro y en el primer cimiento, jaspe. No vamos a poder ver ahora piedra por piedra, pero esperamos que el Señor nos conceda verlo piedra por piedra, porque es muy precioso.


El orden de las piedras en los cimientos
“El segundo, zafiro (el primero hoy es bermejo; el segundo, zafiro, aquel de color como una especie de lapislázuli; aparece el zafiro cuando Moisés vio el trono de Dios, cuyo empedrado era de zafiro; era de un color azul); el tercero, calcedonia (que aquí se tradujo “ágata”, también tiene azul; estuve viendo las fotos del ágata); el cuarto, esmeralda (que es verde, muy precioso que aparece también en el arco alrededor del trono como esmeralda); el quinto, sardónica (la sardónica es como una especie de ónice, pero es otra variedad del ónice; por eso le pusieron ónice, pero no es el mismo ónice, es otra variedad que se llama “sardónica” que es de una especie blanca con color rojo); el sexto, sardio (que es también  rojo, se traduce como “cornalina”);  el séptimo, crisólito (que es piedra de oro, crisol es oro en griego, lito es piedra; crisólito es como piedra de oro, es un dorado, un amarillo dorado); el octavo, berilo (que es verde); el noveno, topacio (que es amarillo); el décimo, crisopraso (que es un verde dorado, es un poco opaco); el undécimo, jacinto (que es una especie de rojo aurora y púrpura diferente a la amatista, que es otra púrpura); el duodécimo, amatista”. La amatista se usa para quitar la borrachera de las personas. Es muy significativo que cada piedra tiene unas características; con la amatista, se pone una y quita la borrachera a las personas. Muy interesante; ahora no podemos detenernos en cada piedra, pero cada piedra tiene sus propiedades.

“21Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla”. Todo es un trabajo de presión y de preciosura para formar parte de la Nueva Jerusalén; nada barato va a estar allá; todo es precioso y todo es costoso; la Nueva Jerusalén se hace de lo más costoso; eso nos habla mucho, ¿verdad? Sólo lo costoso está en la Nueva Jerusalén. Y ahora llegamos a la calle. A veces he oído cantos, y se habla de las calles: Yo andaré en las calles. La Biblia no dice “calles” en plural, sino una sola calle; ¿por qué? porque la ciudad es como una pirámide; dice que es una ciudad asentada sobre un monte que no se puede esconder; es un monte altísimo, mucho más que el Everest; y desde arriba para abajo, es decir, asentada sobre ese monte definitivo de Sion, desciende la Nueva Jerusalén; arriba está el trono de Dios y del Cordero, y la calle desciende como con rampas, bajando como si fuera en espiral, bajando, una sola calle; una avenida inmensa de oro. ¿De quién habla esta calle? De Cristo, porque Cristo es el camino, Él es quien nos lleva a Dios, Él es el que nos trae a Dios.

Pero en esa avenida de oro, por en medio de la avenida, va un río; un río desciende del trono de Dios por en medio de la calle; es decir, el trono está arriba de la pirámide, y de allí desciende el río a la calle que representa a Cristo, la calle de oro, y el Espíritu de Cristo por en medio, porque ¿cuál es el canal del Espíritu? ¿No es Cristo? Del trono, la lumbrera que expresa a Dios el Padre, es el Hijo, y Él es la calle, es el Árbol de Vida, y el Espíritu es el río de vida. “Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio”. La calle, porque hay un solo camino, el cual es Cristo. En la Nueva Jerusalén no habrá otro camino; el único camino, ahora y por la eternidad, es Cristo; por eso esa calle pasa por la morada de todos, por el frente de la casa de todos los hermanos en la Nueva Jerusalén; va descendiendo; los que están cerca del Señor ahora, van a estar cerca del Señor después. ¿Queremos estar más arriba? Tenemos que trabajar ahora para poder aparecer allí.


Dios es el templo de la ciudad
“22Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero”. Como dice el Salmo 90, que el Señor es nuestra habitación; así como nosotros somos habitación de Él, Él es la habitación nuestra, Él es nuestro templo, Él es el lugar de comunión; ya no hay templo allá, no hay sacrificios, el sacrificio ya se dio.

“23Y la ciudad (no dice todo el planeta, no dice el cielo nuevo, la tierra nueva; dice, “la ciudad”) no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”. La luz es la de Dios y del Cordero. El Cordero es la lumbrera y Dios es el contenido de la lumbrera; el Padre en el Hijo, el Padre revelándose por el Hijo, y el Espíritu fluyendo desde el Padre y el Hijo, administrándose a la ciudad.


“24Y las naciones andarán a la luz de ella”; aquí nos damos cuenta de que la esposa es una, y las naciones son otras; la esposa estará formada por los que en el Milenio fueron vencedores, y esos vencedores reinaron sobre ciudades. Las naciones que fueron sobre las que reinaron los vencedores en el Milenio, y que no fueron engañadas por Satanás, y que su nombre está en el libro de la vida, serán entonces las naciones sobre las que reinará la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén será la capital; pero fuera de la Nueva Jerusalén habrá naciones por toda la tierra nueva, y de entre esas naciones habrá también vencedores, que serán reyes de las naciones, y traerán su gloria a la ciudad que es la capital.


“24Y las naciones andarán a la luz de ella”. Hoy mismo nosotros tenemos que ser ejemplo para el mundo, pero eso será perfeccionado; toda la tierra, la civilización, será una imitación de la Nueva Jerusalén. Hoy las naciones andan a la luz del imperio de la moda; a veces es París, hoy es Los Angeles, quién sabe quién es el que impone la moda ahora; cada vez hay alguien que impone la moda; pero quien va a imponer la moda eterna es la Nueva Jerusalén. “Y las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella”. Habla de reyes en la tierra.


“25Y sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche”. Allí, en la ciudad, afuera, pues, quizás estará el sol, la luna y habrá noche, pero en la ciudad no habrá noche; no necesitamos descansar los de la ciudad porque estaremos en cuerpos glorificados eternos; como los ángeles y aquellos serafines que no cesan de decir: Santo, Santo, Santo; es una vitalidad eterna, no necesitan descansar; su vida será descanso eterno. “Y sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche”.


“26Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27Y no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”. Los que no están en el libro de la vida del Cordero, están en el lago de fuego, y sólo pueden entrar en la ciudad los que están en el libro de la vida del Cordero. Se trata de las naciones, como cuando el Señor en Mateo 25 juzgó las naciones, ¿qué les dijo a las ovejas de la derecha? Entrad al reino, y entraron también a la vida eterna.


El río de agua de vida
“22:1Después me mostró un río de agua de vida (esto es lo que dijo el Señor: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán un ríos de agua viva”, que se refiere al Espíritu; ahora aquí está la dispensación del Padre por el Hijo y por el Espíritu, primero a la ciudad), resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero”. Así como también en el Milenio; el templo del Milenio está descrito en Ezequiel 40 hasta el 48; se describe el templo y la distribución de las tribus; y allá también, del trono, del Lugar Santísimo, sale un río de vida que va al oriente y al occidente.

Vamos a Ezequiel 47:1. Si leemos sólo Ezequiel pareciera que fuera un río solo, pero son dos. “1Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente”; a Ezequiel el ángel le mostró la parte del oriente; Ezequiel no estaba viendo lo de occidente; después a Zacarías se le mostró el occidente; mientras tanto Ezequiel está viendo el templo del Milenio, no de la Nueva Jerusalén, el del Milenio; está viendo el oriente, y dice que salía del umbral del oriente ese río de aguas “porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa”, el lado derecho es al sur, porque el norte es el izquierdo; el derecho es el sur, porque el frente es el oriente. Bueno, entonces el frente es el oriente, la derecha es el sur, la izquierda es el norte.


En el Milenio el río sale hacia la derecha y luego va hacia el Arabá, que es aquel valle que va desde el Mar Muerto hasta el Mar Rojo en el golfo de Aqaba; ese valle, por donde anduvieron los israelitas, por allí descenderá el río en el Milenio y llegará al Golfo de Aqaba y sanarán los mares, los océanos en el Milenio que habrán sido castigados en las copas; serán sanados en el Milenio.


El río del Espíritu
“2Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente (él no estaba viendo el occidente, sino el oriente); y vi que las aguas salían del lado derecho. 3Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. 4Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. 5Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado”. Vemos que a medida que hay más río, el río te lleva; al principio, cuando apenas estás entrando al río, tú vas para donde quieres, pero mientras más te metes al río, ya no puedes ir hacia donde quieres, sino a donde te lleve el río, que es el Espíritu.

“6Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. 7Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado. 8Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad  las aguas”. Porque después de las trompetas y las copas, habían sido perjudicadas; en el Milenio recibirán sanidad las aguas. “9Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren (ahora sí dice) estos dos ríos (el ángel le dijo que había dos ríos; le estaba mostrando solamente el que sale por el oriente, pero ahora le da a entender que había otro; no le mostró aquí, pero después se lo mostró a Zacarías), vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allí esta agua, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río”. El Espíritu es el que da vida.


Ahora pasemos a Zacarías 14:8: “Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental”. Aquí está el otro río; el mar occidental es el Mediterráneo; el mar oriental era el del Golfo de Aqaba, o sea, el Mar Rojo que sale al Océano Indico; es decir, sale al Indico y al Pacífico, y el otro sale por el Mediterráneo al Atlántico, al mar del norte y al mar del sur, ¿ven? Entonces vemos que en Zacarías sí aparecen los dos ríos; el ángel le mencionó a Ezequiel de dos ríos, pero sólo le mostró el del oriente; pero aquí Dios le muestra a Zacarías que son dos, los dos que le mencionó a Ezequiel; se los describe, uno al oriente y otro al occidente; es decir, en el Edén salió un río de cuatro brazos; la mitad de esos son dos ríos que salen en el Milenio; y en la Nueva Jerusalén un río que sale por en medio de la calle; veámoslo allí.


El árbol de la vida
Volvamos a Apocalipsis 22:2: “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río (¿se dieron cuenta? El río va bajando desde el trono por en medio de la calle; la calle es una sola calle que baja como en espiral, y por en medio de la calle ese río de vida), estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones”. En medio de la calle y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de vida. Cuando habla de árbol es un solo árbol. En la Biblia siempre el árbol de la vida es uno solo. En el jardín del Edén era un solo árbol de la vida. Cuando Dios le promete al vencedor de Efeso, que al que venciere, le dará a comer, dice en singular, del árbol de la vida; aquí aparece en la Nueva Jerusalén el árbol de la vida; pero note lo misterioso de este árbol. Este árbol está a los dos lados del río, pues este árbol es una vid, porque Jesús dijo que Él era la vid. Está el trono, de delante del trono sale el río por en medio de la calle de la ciudad; la calle va bajando alrededor de toda la ciudad, y por en medio de la calle va bajando el río, y a lado y lado del río, una enredadera del árbol de la vida que viene desde el trono de Dios. Esa enredadera viene bajando como si fuera haciéndole sombra a los costados del río de la vida; las personas caminarán por la calle bajo la sombra del árbol de vida con los doce frutos, un fruto cada mes, y el río por en medio de la calle; es decir, también el árbol está a los dos lados. ¿Por qué? porque es una enredadera, es la vid. Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”; ahí se ve perfectamente la vid y los pámpanos en la Nueva Jerusalén.

Las hojas del árbol de la vida
Sigue diciendo: “y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones”; noten la diferencia; por eso hay un muro. Los que viven en la capital, en la ciudad, comen del fruto del árbol de la vida, de los doce frutos; pero las naciones que están afuera, toman de las hojas del árbol. ¿Por qué necesitan tomar de las hojas para la sanidad de las naciones? ¿Por qué habla de sanidad? Si no habrá más muerte, ni habrá más pecado; los vencedores estarán glorificados como Cristo es glorificado en la ciudad, pero las naciones que entraron al Milenio todavía no tenían un cuerpo glorificado, sino un cuerpo natural que en el Milenio podía morir, pero luego en el Milenio el Señor purificó la tierra, purificó los animales mismos por la comida del Milenio, la naturaleza de los animales fue modificada, y así la naturaleza humana de las naciones en derredor de la Nueva Jerusalén será fortalecida por las hojas; solamente que miremos un detalle: Cuando Dios creó a Adán y Eva, Adán y Eva no tenían pecado, estaban en un cuerpo que no moría, que podía comer de los árboles del jardín y todavía no tenían pecado. Cuando pecaron, su cuerpo se hizo mortal, pero antes de pecar, todavía no morían, pero todavía no vivían del árbol de la vida; los que comían del árbol de la vida no solamente tenían la vida natural que no muere, sino que tenían la vida divina, si comían del árbol de la vida.

Los vencedores no sólo tendrán la vida natural, sino la vida divina, y cuerpos resurrectos glorificados; comerán del árbol de la vida; en cambio, las naciones que son salvas sobre las que reinan los vencedores en el Milenio, tendrán todavía cuerpo natural que necesita ser un cuerpo como el de Adán y Eva antes de pecar, porque ya no habrá muerte ni pecado, pero no es el cuerpo glorificado, porque no comen del árbol de la vida, pero toman de las hojas para que su cuerpo permanezca como el de Adán y Eva antes de pecar. ¿Se dan cuenta? Será un cuerpo natural, pero que no morirá porque tomarán de las hojas del árbol de la vida, pero no serán glorificados porque no comen del fruto del árbol de la vida. Entonces son dos niveles diferentes. ¿Amén?


“3Y no habrá más maldición (la maldición comenzó con la caída y aquí desapareció), y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán”. Noten que dice: el trono; no son dos tronos. ¿Quién está en el trono? Dios; ¿y quién es la lámpara? El Cordero; el Cordero es el aspecto exterior, la expresión visible; y el contenido interior es Dios el Padre. La expresión exterior es el Hijo; por eso habla en singular, “el trono de Dios y del Cordero está en ella, y sus siervos le servirán”; no dice: “les servirán”, sino “le servirán”, porque “Yo y el Padre uno somos”, un solo Dios, dijo el Señor.


“4Y verán su rostro”; un solo rostro, porque el rostro de Dios es el de Cristo. Dice 2 Corintios 6:6 que vemos la gloria de Dios en la faz de Jesucristo; por eso dice “su rostro”; “y su nombre”; un solo nombre, no tendrán nombres diferentes; ese nombre glorioso que sólo ellos conocen, que sólo Él conoce, será el de Él, y estará en nuestras frentes, en nuestros rostros; estaremos conociéndole, le pertenecemos a él. “Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes”.


“5Y no habrá allí (en la Nueva Jerusalén, quizás afuera sí, pero allí no) más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor iluminará sobre ellos y reinarán (ahora ya no sólo por mil años, sino) por los siglos de los siglos”. Aquí ya no hay ni muerte, ni dolor, ni clamor, ni llanto. Será una maravilla.

Hermanos, a esto nos llama el Señor. ¡Cosa inmensa! Vivamos cerca de Él ahora, para estar cerca de Él después. Demos gracias al Señor. ☐

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